La salida de la crisis financiera no ha sido gratis. O expresado con mayor precisión: se explica por las ingentes cantidades de liquidez que se han visto obligados a emitir los bancos centrales. Hasta el extremo de que la subida del S&P 500 -considerado el índice más representativo del mercado estadounidense- se ha mimetizado con el crecimiento del balance de la Reserva Federal [ver gráficos]. Tanto el S&P 500 como el tamaño de los bancos centrales marcan líneas paralelas. Sin la liquidez de los bancos centrales, las bolsas no habrían subido.
No es el único caso. Lo mismo ha sucedido en Japón o Reino Unido, y, en menor medida, en Europa. El exsecretario de Estado de Economía, José Manuel Campa, ahora en el Grupo Santander, lo denomina ‘adicción’, y eso es lo que explicó el pasado jueves en el IESE ante más de 200 directivos de empresas y estudiantes de los diversos máster que imparte el centro. El dinero de los bancos centrales presiona a la baja la rentabilidad de la renta fija y las inversiones se desvían hacia los mercados de renta variable.
Los datos referidos a España indican, en concreto, que la dependencia de la banca respecto de la financiación del BCE asciende todavía a 183.454 millones. Una cantidad astronómica pese a los descensos que se han producido en los dos últimos años a medida que se han ido normalizando los mercados financieros. O a casi 620.000 millones de euros si se tiene en cuenta el total de préstamos que se ha otorgado a la banca europea.
Campa –antiguo profesor de la escuela de negocios- es hoy director de relaciones con inversores del Grupo Santander, y en calidad de su nuevo cargo hizo una presentación en la que recordó que el desapalancamiento es la gran asignatura pendiente de la economía mundial. Principalmente, a través de cuatro instrumentos: el crecimiento económico, la inflación, la venta de activos o la integración financiera y las quitas públicas y privadas.
¿Qué es lo que ha pasado en España? Un informe presentado al Consejo de Ministros el pasado viernes revela que el proceso de desapalancamiento avanza, aunque será largo en el tiempo debido a los elevados niveles de partida a causa de la burbuja inmobiliaria. Y según ese informe, elaborado por los servicios técnicos del Ministerio de Economía, la deuda privada en términos consolidados (todos los agentes económicos) descendió entre 2011 y 2013 en 22 puntos porcentuales del PIB. O lo que es lo mismo, pasó del 207% del Producto Interior Bruto al 185%. Este es el ajuste financiero que explica en buena medida la caída del consumo, toda vez que los hogares están obligados a destinar mayor parte de su renta a pagar deudas.
Deudas de los hogares
Eso quiere decir que desde el pico del segundo trimestre de 2010 -cuando se alcanzó un 216% del PIB-, el endeudamiento de los hogares ha caído en 31,6 puntos.
La otra cara de la moneda es la deuda pública, que sigue creciendo de forma intensa. Hasta el punto de que este año se alcanzará ya, según la Comisión Europea, el 100% del PIB.
Según Campa, sin embargo, hay más problemas de la economía española que suelen pasar inadvertidos. En particular, el tamaño de las empresas. Y según el documento presentado en el IESE, el problema se localiza en las pequeñas compañías con menos de 19 trabajadores, en las que existe un elevado déficit de productividad. Por el contrario, en las grandes empresas –con más de 250 empleados- la productividad es mayor que en países como EEUU, Alemania, Francia o Italia.
El tamaño de la empresa, según Campa, no es sólo relevante por su mayor productividad. También por su capacidad exportadora. Y según los datos que aportó el exsecretario de Estado, durante el primer semestre del año pasado el número de empresas exportadoras continúa creciendo con fuerza. Un 12,6% en 2011; un 11,4%, un año más tarde y un 9,4% durante la primera mitad del año pasado. En total, alrededor del 7,8% de las empresas (excluyendo las de autoempleo) exportan.
Fuente: El confidencial.