Una startup no es una empresa pequeña. Tampoco es una empresa grande antes de crecer. Es un animal diferente al que uno suele reconocer por la palabra empresa. La mejor definición que conozco es la de Eric Ries, el emprendedor y autor de The Lean Startup: es una institución humana diseñada para crear un nuevo producto o servicio en condiciones de incertidumbre extrema.
La empresa, pequeña, grande o mediana, cumple una función distinta: atender las demandas del consumidor con eficiencia. Esto asume que existe un consumidor que demanda un bien o servicio, por lo que el foco de la empresa está en atenderlo rentablemente. La startup tiene que crear un producto o servicio innovador cuando ni siquiera existe un mercado claro para él.
El foco en la empresa suele estar en procesos, en mejorarlos, hacerlos más eficientes para poder conseguir más clientes, subir precios o reducir costos. La innovación corporativa puede apuntar a mejorar el proceso de producción para bajar costos o mejorar la calidad para subir precios.
En una startup no hay procesos, al menos no como se entienden en una empresa. El foco en la startup está en administar la incertidumbre y gestionar el riesgo de manera eficiente, avanzando por etapas y muchas veces reinventándose después de cada etapa.
El cambio en una empresa es incremental. Crece atendiendo aumentando la penetración o entrando a mercados nuevos donde usa sus recursos para gradualmente quitarle clientes a otras empresas.
El cambio en una startup es radical. Crece exponencialmente cuando después de varios ciclos de ensayo y error logra descubrir clientes y crear un mercado, y si le va bien sigue creciendo exponencialmente conforme va descubriendo más clientes y creando más mercados.
Hay excepciones. Hay corporaciones como Apple que siguen innovando como startups a pesar de su tamaño y de tener mercados maduros. Hay elefantes que aprenden a bailar, pero no son comunes. Las startups requieren reglas distintas, una forma de gestionar muy diferente que llamaré gestión en modo beta. Una compañía en modo beta nunca asume que su producto está terminado, todo lo contrario, lo ve como algo más experimental. La startup en modo beta está siempre probando cosas nuevas, ensayando, equivocándose, aprendiendo, cambiando.
Si una empresa establecida quiere hacer innovaciones radicales tiene que ser mitad startup, como Apple. Lo que hizo Sony con esa pieza de museo llamada Betamax es un ejemplo de las consecuencias de no hacerlo: fue barrida del mercado en unos pocos años.
Fuente: Semana Económica.