Fuente: Forbes
La banca abierta y la transformación digital no se tratan solamente de un problema tecnológico, implica una evolución radical de la cultura, la infraestructura, del sistema financiero en general y de las personas involucradas en él. Un cambio que va desde la oferta de servicios hasta los usuarios.
El Open Banking o el uso de código abierto para crear soluciones en el sector financiero, no es un mero desafío de tecnología: es un reto que impone una transformación de fondo. Según Juan Antonio García, director ejecutivo – servicios financieros Accenture, el Open Banking debe ser considerado como una plataforma conceptual basada en un enfoque de negocios que revoluciona la forma como los bancos generan valor. Este concepto tiene sus orígenes en los cambios de los modelos de negocio de los bancos.
“Esto ofrece la posibilidad de compartir datos, algoritmos, procesos a través de las interfaces de programación (conocidas como API) y de esa manera generar nuevas formas de ingreso -explica García-. Es una manera segura de suministrar a un proveedor de servicios acceso a información financiera usando ecosistemas basados en plataformas abiertas inteligentes, y más allá de las fronteras tradicionales”.
Desde la perspectiva de García existen cinco retos que no necesariamente son tecnológicos. Uno es el riesgo de desintermediación y pérdida de protagonismo de las instituciones tradicionales en las necesidades financieras de los consumidores; otro, la pérdida de líneas de ingreso; el tercero, la necesidad de una rápida adaptación a infraestructura tecnológica y la creación de nuevas capacidades de gestión y monitoreo; el cuarto, la necesidad de garantizar estándares de seguridad de la información, y, por último, la corresponsabilidad de los actores ante los fraudes y la fuga de datos.
Para Edgardo Torres-Caballero, director general de Mambu Latinoamérica, una plataforma de core bancario 100% digital nativa en la nube, con un modelo de Software as a Service (SaaS) que habilita y ayuda a repensar modelos para el cliente final que se traduzcan en un valor agregado al ecosistema del Open Banking, al final del día ese modelo es sobre compartir datos, y aprovechar que las instituciones financieras manejen una nueva realidad regulatoria.
“Bajo esa nueva realidad lo que vemos es oportunidades más que desafíos. La posibilidad de la desintermediación representa que las instituciones financieras tienen que enfocarse en los servicios que le ofrece al usuario final, repensar procesos, repensar qué tecnología soporta lanzar un producto rápido al mercado. También implica la capacidad de que esos productos evolucionen de manera ágil considerando los cambios rápidos de regulación, de usuario y tecnológicos”, subraya Torres-Caballero, y agrega que como esos parámetros seguirán cambiando, la clave está en arquitecturas flexibles, lo que abrirá una competencia saludable en el sector financiero tradicional y nativo digital.
Experiencia desde la banca tradicional
Los directivos de bancos tradicionales han dicho que el reto está en dos dimensiones: una con orígenes en lo regulatorio, por ejemplo, con la directiva de pagos Payment Services Directive 2 (PSD2) que ya se ha ido implementando en Europa, y otra más importante de trabajar de la mano con las Fintech en el tema de crecimiento, supervivencia, competitividad y alianzas.
Sobre el Open Banking la mirada de la banca tradicional es que se encuentra dos pasos más adelante con una propuesta de valor diferente donde el foco real está en el cliente, y la banca debe decidir dónde se quiere parar en esa propuesta, si ser actores que aportan un valor mayor para el cliente final y arriesgarse a pensar en la economía de la colaboración.
La perspectiva de los nativos digitales
Las tendencias cloud se alinean con los gigantes de la tecnología como Amazon o Apple, donde su modelo de negocio se centra no en qué le conviene a una entidad o al Gobierno, sino al cliente. Para eso es necesario un cambio de mindset en las personas involucradas en la estructura organizacional, tecnológica y en las oportunidades de negocio. Que se entiendan las necesidades de los usuarios finales y desde allí pensarse los modelos de negocio, hay que entender que los datos son del cliente, y afrontar una serie de retos de fondo como que la tecnología no es la base, sino un elemento facilitador importante para que el ecosistema se mueva.
En ese campo la Superintendencia Financiera ha estado abierta a entender la esencia y los fundamentos que hacen viables a estos modelos de negocio. Por lo que más que cuestionar al regulador la propuesta de la banca tradicional es sentarse con este para aportar en un modelo mixto que involucre el punto de vista de la banca y de los entes gubernamentales.
Uno de los estandartes de la banca digital es que la tecnología, en últimas, significa democratización de los servicios. No se puede olvidar que el porcentaje de comercios que reciben pagos digitales es muy pequeño comparado con el efectivo. Eso significa que hay una oportunidad de mejora. Pero que con la aparición de celulares y otros dispositivos la regulación tiene que ir de la mano de ese cambio tecnológico para impulsar más cobertura de la que ya existe.
El consenso parece estar en enfrentar el desafío evitando las formas de pensar rígidas, orientarse a servicios personalizados, más oferta, menores precios, a aprovechar la tecnología para que cualquier persona o comercio pueda pagar o ser pagado de manera digital tan fácil como lo hace el efectivo y así responder de forma ideal a las necesidades de los clientes y la industria financiera.