Fuente: cincodias.elpais.com
Por: Grégoire de Lestapis es CEO de October España
La llegada de las fintech al mercado español ha sido una bocanada de aire fresco para el sistema bancario tradicional. Estas jóvenes empresas, que se caracterizan por su agilidad, flexibilidad, innovación y traen consigo una nueva cultura digital, están redibujando el ecosistema financiero y redefiniendo el papel de cada uno de sus actores. En un primer momento, esta versátil y dinámica propuesta colocó a las fintech como supuestas competidoras directas de los bancos, pero ellas no tardaron en aclarar cuál sería su rol en el sistema financiero: convertirse en un complemento de la banca para servir a los clientes.
Desde su concepción, las fintech habían descartado de lleno competir con la banca y las razones eran evidentes. En primer lugar, por el tamaño del negocio de los bancos, que cuentan con una gran infraestructura de producción y distribución, y una amplia cartera de clientes. En segundo lugar, el entorno legal, ya que los bancos operan dentro de una estricta regulación. Y, en tercer lugar, por la dimensión del mercado, ya que el modelo de banca universal que se ha extendido entre las entidades españolas hace que la oferta de los productos y servicios se dirija a todos los clientes potenciales y en todos los lugares.
Y es precisamente a través de estas diferencias donde las fintech han encontrado la posibilidad de convertirse en un complemento de la banca. En cuanto al tamaño, al ser pequeñas y jóvenes empresas no cuentan con estructuras rígidas que les impida su rápida evolución, con lo que pueden aportar agilidad, flexibilidad e innovación. En referencia al entorno legal, aunque la actividad que ejercen es diferente, ambos campos se rigen por diferentes regulaciones. Por ejemplo, las fintech de crowdlending dependen de la Ley de Fomento de la Financiación Empresarial que se creó como parte del proceso de desbancarización de la financiación empresarial. Y, por último, las fintech se dirigen a nichos de mercado, convirtiéndose en expertos en una única área. En el caso del crowdlending, por ejemplo, hay fintech que tienen como público objetivo solo a empresas de hasta 250 trabajadores que facturan entre 1 y 20 millones de euros, es decir solo a unas 100.000 empresas (para ponerlo en perspectiva, representa menos del 4% del tejido pyme del país) y otras que trabajan con empresas más pequeñas que buscan financiación a muy corto plazo.
Habiendo descartado el escenario de competencia y conflicto, y con el objetivo de la complementariedad fijado en el punto de mira, las fintech han seguido trabajando a lo largo de estos años para conseguir esta colaboración, y los bancos no han dejado pasar esta oportunidad. Por ejemplo, BBVA se alió con Madiva Soluciones para desarrollar una aplicación que proporciona precios estimados de inmuebles y sus préstamos hipotecarios para ayudar al cliente en su contratación; o Evo Banco con Finizens, un roboadvisor, que se han unido para diseñar planes de ahorro y carteras de inversión diversificadas del inversor de Evo, con menos comisiones que la banca tradicional.
Lo cierto es que estas iniciativas se han estado produciendo al principio en las áreas más vinculadas a la gestión de activos, medios de pagos, financiación personal, y ahora están escalando a las áreas más estratégicas de los bancos, como es la financiación a las empresas.
Este año, por ejemplo, Liberbank, el octavo banco español cotizado que está en conversaciones con Unicaja para llevar a cabo una integración, y October, la plataforma líder en préstamos a empresas en Europa continental que dirijo en España, han protagonizado la primera alianza estratégica entre un banco y una fintech de crowdlending, lo que significa que los clientes empresariales de Liberbank tendrán una oferta más amplia de servicios de financiación, a través de una solución totalmente ágil y digital.
Este caso en particular nos muestra de manera específica esa complementariedad entre fintech y banca de la que tanto se ha hablado, y de la que se benefician, sobre todo, las pymes que buscan financiación. Por un lado, por la agilidad, dado que, gracias al desarrollo tecnológico de las fintech, estas pueden dar una calificación rápida y otorgar el préstamo en breve tiempo. Por otra parte, por la finalidad del préstamo, ya que las fintech están especializadas en financiar proyectos para cualquier finalidad de crecimiento de las empresas, ya sea para activos tangibles o intangibles y sin pedir garantías reales (internacionalizar el negocio, invertir en marketing, adquirir una empresa, ampliar el equipo, digitalizar la empresa, etc.). Y, por último, por el volumen del préstamo, ya que la fintech podrá completar lo ofrecido por el banco.
Esta complementariedad hace evidente que estamos en un proceso de cambio del modelo bancario. Nos dirigimos hacia una economía de open banking en la que los bancos tendrán servicios externalizados a las fintech o a otras entidades expertas en sus campos y que el cliente podrá escoger aquellos servicios y empresas que deseen.
Esta evolución se ha ido gestando desde las propias instituciones europeas que han impulsado primero el desarrollo de las fintech, y luego, la normativa de pagos PSD2 que libera los datos bancarios. Se trata de un nuevo rumbo que responde a las necesidades de una sociedad que vive en la era digital. Esta nueva dirección está convirtiendo rápidamente en obsoleta a la industria bancaria que trabajaba de manera cerrada, creando sus propios productos y servicios. Es momento de que los bancos acepten abrir sus sistemas de información a terceros, al tiempo que garantizan la protección de los datos de sus clientes.
Y aunque algunas entidades financieras lo perciban como una amenaza para el negocio, se debería de recibir este nuevo escenario como una oportunidad, ya que permite explotar también los modelos de negocio y aprovechar al máximo lo que se conoce como banca abierta.
Este nuevo panorama de apertura y trabajo colectivo dará paso a la innovación y la mayor competitividad de Europa ante el nuevo futuro digital de la banca tradicional, una tarea pendiente que se vuelve cada vez más imprescindible cuando se vislumbra en el horizonte la llegada de las big tech, también conocidas como GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple), como las verdaderas competidoras de la banca.