Por Gloria Lema
Todos somos parte de un ecosistema, biológicamente éste es un hecho, que no creo que sea trascendente discutir aquí, por eso vamos a hablar de otro tipo de ecosistemas, de aquellos que hablan de empresas, gobiernos, educación, ideas, plan
es de negocio, canvas, tendencias, tecnologías, etcétera.
En muchas ciudades, países, continentes y en el mundo entero, hoy se construyen ecosistemas de innovación y emprendimiento, que buscan generar todo un ciclo de nuevos negocios basado en el conocimiento. Los ecosistemas de innovación y emprendimiento, se convierten entonces en un fuerte enlace entre el gobierno, las entidades educativas y la empresa privada, sin dejar claramente a un lado a las StartUps, emprendedores y mentores.
Algunos insisten en estudiar las mejores prácticas de los grandes ecosistemas que han sido exitosos; no pienso que esto sea malo, pero si estoy segura que es como leer un cuento de hadas, por lo que al leerlos debemos tener en cuenta que los ratones esta vez no vendrán a salvarnos, los enanos no nos dejaran vivir en sus casas, y el príncipe azul seguramente fue asfixiado para lograr que tomara ese color. En muchos casos nos cuentan los grandes logros, pero no siempre se muestran los esfuerzos que existieron por detrás del telón, los muchos que renunciaron a seguir luchando por el gran esfuerzo que esto representaba y como muchas buenas prácticas son el resultado de la generación espontánea, simplemente así se fueron dando las cosas.
Países como Israel han sido exitosos en su construcción de un ecosistema de innovación y emprendimiento, Start-Up Nation, porque este ecosistema nació de su propia realidad, desde su auto-conocimiento se reinventaron generando un caso de éxito que supera las expectativas de un país de menos de 8 millones de habitantes.
Ahora, si todos somos parte de un ecosistema, y es un hecho que en toda Latinoamérica existen muchos ecosistemas de innovación, ¿cuál es el rol que estamos jugando dentro de él?
Si bien los gobiernos latinoamericanos han hecho buenos esfuerzos mediante la creación de instituciones que apoyan éstos ecosistemas, como lo son Corfo en Chile, Innpulsa en Colombia, y la mezcla de Fidecom y Fomitec en Perú; aun hay muchos temas regulatorios que se deben ajustar en algunos países, al igual que en otros el problema es los escasos recursos que se han invertido por parte de sus gobiernos la promoción y apoyo a las nuevas ideas.
Las instituciones educativas cada vez hacen un mayor esfuerzo o negocio, frente a ofrecer un portafolio de servicios que soporte el emprendimiento. Con programas cortos o con estudios más avanzados, cada día es más común encontrar opciones que soportan el aprendizaje de temas relacionados con la innovación y el emprendimiento; algunas instituciones Latinoamericanas han logrado un excelente nivel, reconocidas a nivel internacional.
Y llegamos a las empresas privadas, y es aquí donde en Latinoamérica existen los mayores retos. Las grandes inversiones y adquisiciones que vemos en otros países que suceden sobre emprendimientos y que generan un dinamismo que da un motor a sus economías y por lo tanto al ecosistema de innovación y emprendimiento no se dan de esta misma forma en Latinoamérica. Aun temerosas a un retorno inesperado, a las adquisiciones de emprendimientos con modelos de negocio aún no tan claros, y a las supuestas homologaciones tecnológicas, es poco el dinamismo de M&A que se ha dado. Ha existido un apoyo real mediante concursos que terminan en aceleradoras y apoyo a negociaciones, pero ese último escalón que vemos en otros sitios aún tiene un bloqueo cultural que no ha permitido el dinamismo esperado por muchos, el gran éxito de los ecosistemas creados.
¿Dónde está cada uno de nosotros dentro de este ecosistema y como lograremos darle un mayor dinamismo?
