Por Fernando Egido
Hoy en día más de 11 millones de españoles realizan transacciones bancarias a través de ordenadores, tabletas o smartphones; cada vez son más los habitantes que reconocen que no visitan su oficina bancaria desde hace más de seis meses, y el porcentaje de acceso a los servicios de banca electrónica y móvil crece por momentos. Con este panorama es fácil pensar que el futuro está en el mundo digital, pero lo complicado era apostar por unos servicios financieros exclusivamente digitales hace ya 15 años.
En ese momento pocos fueron los visionarios que arriesgaron para poner en marcha un modelo de negocio de estas características y, a la vista de los resultados, ha sido una apuesta acertada. Pero no se trata de una estrategia comercial exclusiva de la banca digital, muchas empresas han nacido en la última década con esta vocación, arrastradas por la irrupción de las nuevas tecnologías en los hogares y en la vida diaria. Algo que se ha acentuado con el auge de los medios sociales, con 17 millones de usuarios activos, y por el continuo desarrollo de aplicaciones móviles, que se han consolidado como una de las principales vías de acceso a Internet.
Hemos sabido leer las señales para llegar a tiempo a cubrir las necesidades del cliente, nos hemos adaptado a ellas eficazmente, y hemos sabido adelantarnos a los acontecimientos. Y es que la forma de comunicación del cliente con el banco ha ido cambiando gracias a la tecnología, que se ha consolidado como un pilar fundamental para la evolución del sector. Los usuarios han entendido mucho antes el entorno digital y se han adaptado rápidamente a los servicios online.
Este conocimiento les ha posicionado como unos clientes cada vez más exigentes que desean realizar operativas bancarias dónde, cómo y cuándo quieran. Han encontrado en el mundo digital la oportunidad de hacer las cosas a su manera y, para ello, cuentan con múltiple información en la red a su disposición. Internet se ha convertido en un aliado perfecto para realizar tareas de la vida diaria en cualquier momento y lugar. Un ejemplo es el incremento de las compras a través de comercio electrónico, que han generado más de 195 millones de euros en el último año.
Ante este marco, es inevitable el afianzamiento de la banca digital, con grandes previsiones de futuro y con una cuota de negocio creciente. Un panorama por el que no es raro pensar que empresas como Google, Amazon o Facebook quieran desembarcar en esta aventura financiera. Es un rumor que lleva tiempo en boga, pero que no acaba de concretarse, y aunque finalmente se hiciera factible, ¿hasta qué punto estas empresas generan seguridad al cliente para abrirse una cuenta con ellos? Son grandes buques tecnológicos, pero con poca experiencia en un sector que hay que tomarse muy en serio.
Lograr la credibilidad del cliente en la seguridad de las transacciones bancarias online ha sido una tarea progresiva que ha vivido una gran evolución en los últimos años, hasta alcanzar un nivel en el que el usuario deposita su absoluta confianza en la banca digital. Un modelo de negocio que le ofrece la oportunidad de gestionar sus finanzas, de tomar las riendas de su dinero y de elegir libremente entre un abanico de productos y servicios.
Si la banca tradicional quiere llegar a tiempo al cambio del sector financiero, seguir siendo rentables y mejorar la comunicación con su clientela a la vez que recuperan su confianza, en parte perdida por los episodios y escándalos vividos recientemente, deben transformarse de manera rápida y eficaz, porque en cinco años la banca, tal y como se conoce en la actualidad, desaparecerá. Estamos abocados a un cambio de mentalidad que tiene como resultado la renovación del modelo de negocio. Como diría el filósofo y escritor Miguel de Unamuno: «El progreso consiste en renovarse».
Fuente: eleconomista.es