Rappi, Glovo y Pedidos Ya se reparten el negocio en Argentina

glovo-rappi.jpg

Fuente: IproUP

Apenas un año atrás, las calles argentinas se poblaron de trabajadores sobre ruedas, en motos o bicicletas y cajas coloridas para transportar «lo que sea». El paisaje porteño y luego el de otras ciudades fueron tomando otro color con la llegada de las aplicaciones de delivery.

La primera fue PedidosYa, creada por los uruguayos Ariel Burschtin, Álvaro García y Rubén Sosenke en 2010 y vendida en 2013 al grupo alemán Delivery Hero. Ante el inminente arribo de la competencia, sumó a repartidores propios para realizar entregas de restaurantes que no contaban con delivery y pagos online.

También agregó comercios en los cuales efectuar compras, como farmacias y supermercados, e inauguró en 2018 un centro logístico en Palermo para «centralizar las tareas».

Glovo, por su parte, es una startup que se fundó en 2005 en Barcelona. Hace un año que está en Argentina y ya tiene presencia en Buenos Aires, Córdoba, Rosario, La Plata, Mar del Plata, Pinamar y Mendoza.

«El crecimiento fue muy fuerte, incluso más de lo que esperábamos. El usuario argentino recibió muy bien el servicio porque estaba acostumbrado al delivery, es parte de nuestra cultura», afirma Matías Gath, Country Manager de la firma.

Según el directivo, «la llegada de Glovo dio un nivel de prestación mucho mejor que el que existía porque a través del celular se puede abonar con tarjeta, ponerse en contacto con el repartidor y hacer envíos desde donde se esté».

A la fecha, la empresa logró 1,5 millones de descargas, 700 comercios adheridos y cerca de 10 mil «glovers» registrados.

Para consolidar su desembarco en la región, Glovo lanzó una ronda de financiación por  u$s30 millones en 2018. En el país, la mayoría del capital inicial «fue destinado a acelerar los recursos, a agrandar el equipo», que hoy está compuesto por 100 personas de distintos perfiles.

«La Argentina fue elegida no sólo para tener operación propia, sino para ser el hub de Latinoamérica. Contamos con departamentos de venta, operaciones, marketing, customer services, análisis. Excepto tecnología, tenemos las mismas áreas que hay en Barcelona», explica Gath.

En este sentido, el ejecutivo anticipa que la empresa está analizando tener un nuevo hub tecnológico en el país. «Por el talento que hay, está considerado entre los principales candidatos», destaca.

De cara a los próximos meses, tienen bajo estudio la expansión geográfica. «Tenemos pedidos para que Glovo llegue a más ciudades. En un ambiente económico adverso, la plataforma ofrece a los comercios la oportunidad de incrementar sus ingresos», asegura.

Por su parte, Rappi nació en Colombia hace casi cuatro años y llegó al país en febrero de 2018. A través de su app también se puede comprar e incluso pedir «Rappi Favores», algo así como «me olvidé la llave en la oficina, ¿podrán traérmela?».

La plataforma hoy tiene presencia en Buenos Aires, Córdoba, Rosario, La Plata, y distintas zonas de Gran Buenos Aires.

«Desde nuestro arribo al país, registramos incrementos de 25% mensual en pedidos. El primer año de operación fue disruptivo», expresa Matías Casoy, gerente general de la firma en la Argentina, quien agrega: «Terminamos 2018 con medio millón de pedidos en el último mes».

En la Argentina, la empresa cuenta con casi 200 empleados. Por un lado, personas de ventas, marketing, recursos humanos y, por otro, agrega Casoy, «nos dimos cuenta de que había un potencial enorme para crear un hub de tecnología».

Está formado por cien desarrolladores, no solo de Buenos Aires, sino también de otras ciudades del país, que proveen soluciones a Rappi Argentina y a los ocho naciones de la región en los que opera.

«Este año queremos incrementar el equipo de desarrollo por lo menos en 50%», anticipa el directivo, quien remarca: «En 2018 invertimos más de u$s10 millones y esperamos duplicar ese monto este año. Lo destinaremos a crecer en cantidad de clientes: queremos quintuplicar el negocio para diciembre».

El plan para lograrlo consistirá en «potenciar los verticales estrella, que son los supermercados, tiendas especializadas y los ‘Rappi Favores'».

«Además, sumaremos el vertical «Rappi Cash», para que el usuario pida dinero a domicilio. Hace un mes lanzamos pagos con QR. Hay 400 comercios en Buenos Aires en los que se puede abonar con RappiPay y recibir un regalo a cambio», completa Cassoy.

Otra de las plataformas que ya opera en la Argentina es Uber Eats, una app separada y diferente a la de Uber. Si bien funciona en más de 350 ciudades del mundo, en el país, por ahora, solo llegó a Mendoza –provincia en la que la firma es legal– y a Córdoba.

¿Por qué crecieron tanto en la región y principalmente en Argentina? Los motivos son variados, la evolución de la adopción tecnológica es uno.

Sin embargo, hay muchos otros, muy notorios: la falta de empleo, la desigualdad de ingresos, la inmigración, la sobrepoblación en zonas metropolitanas, la carencia de infraestructura de transporte público y el caos del tránsito.

¿Precarización 4.0?

La otra cara del fenómeno es que estas compañías emplean a trabajadores autónomos que facturan por sus servicios y no pertenecen a la planta. Según las empresas, los ciclistas «tienen la libertad para trabajar cuando quieran, el tiempo que quieran».

Sin embargo, hay quienes ven a los repartidores como «empleados encubiertos», ya que no tienen contrato, no los protege ningún convenio y, si tienen un accidente, los gastos corren por su cuenta.

«No tienen obra social, ni vacaciones y son ellos los que hasta se pagan Internet», dice Emiliano Guillo, un periodista que durante diez días fue «rappitendero» para vivir la experiencia en primera persona.

Ante este panorama, trabajadores de estos servicios se presentaron en octubre ante la Secretaría de Trabajo para inscribir al primer sindicato de plataformas de la Argentina y de América: la Asociación de Personal de Plataformas (APP).

«Los trabajadores de Rappi comenzamos a reunirnos y discutir cómo mejorar nuestras condiciones de trabajo. Fuimos convocados a participar con consignas como ‘sé tu propio jefe’, pero rápidamente comenzamos a darnos cuenta de que las aplicaciones funcionaban gracias a nosotros y no podíamos decidir nada», afirmaron.

Juan Manuel Ottaviano, abogado laboralista y asesor legal de APP, explica que el gremio surgió como una herramienta, porque «son contratados como autónomos y, por lo tanto, no tienen salario fijo, trabajan muy por encima de los límites legales para alcanzar un ingreso digno y no cuentan con seguro de accidentes o enfermedades (ART), ni descansos, ni vacaciones».

«El sindicato hizo las presentaciones que requiere la ley. La compañía para la que trabajaba la mayoría de los miembros de la comisión directiva decidió cesantearlos», denuncia Ottaviano, quien agrega: «APP promovió demandas por despidos discriminatorios mientras busca su reconocimiento legal».

Algunos de esos derechos son reconocidos en PedidosYa, pero en parte. Según expresaron sus repartidores, si bien están en blanco, nunca tienen en claro cuál es su sueldo.

«Nos pagan fuera de término con la excusa de fallos en el sistema y nos modifican todo el tiempo los horarios», reclaman.

Cassoy, de Rappi, aclara que los «rappitenderos» son independientes. «Luego de descargarse la aplicación, están habilitados para conectarse y desconectarse cuando quieran y tomar o no los pedidos», remarca.

«Rappi es una plataforma abierta que conecta a un usuario que quiere comprar, un comercio que quiere vender y un repartidor que quiere repartir. Son los usuarios repartidores los que eligen qué pedido tomar», subraya. Y recalca que la única rentabilidad que tiene Rappi es la comisión a los más de 2.000 comercios asociados.

«Lo que el consumidor paga de costo de envío va íntegramente al repartidor», asegura el directivo y agrega: «Desde Rappi, siempre trabajamos activamente con todos los actores correspondientes, legisladores y gobierno, para acompañar y desarrollar las condiciones que se requieran en cada ciudad».

Sobre los despidos, Cassoy asegura que «bajo ningún punto de vista Rappi inhabilitó a algún repartidor por sugerir mejoras de trabajo o manifestarse», aunque aclaró que tienen «reglas de convivencia que aplican a todos para que el ecosistema sea sano».

En tanto, Gath explica que Glovo está «a favor del sindicato porque la ley hasta ahora no contempla al sector tecnología, que empieza a posicionarse y sus propios jugadores están buscando cómo estructurarse».

«Tiene sentido y es positivo para nosotros, para entender lo que sucede en la calle, qué es lo que hay que mejorar», señala el directivo y agrega que el negocio de la firma se basa en el costo de envío del usuario, «ya que ese monto va para los repartidores».

«Somos una plataforma que contacta consumidores con comercios, a los que les cobramos  una comisión por esa venta que les generamos. Con los ‘glovers’ tenemos una relación usuario-plataforma. Son independientes, eligen si se conectan o no, si aceptan un pedido o no, si quieren trabajar un día de lluvia o no», remarca.

Y añade: «Muchos lo eligen como algo complementario de otro tipo de actividades, para tener un ingreso adicional. Es un perfil de persona que quiere esa libertad».

Por otra parte, Rappi sumó otra acusación de precarización: fue denunciada por la Asociación Argentina de la Publicidad (AAP), luego de lanzar un concurso convocando a que diseñadores y creativos envíen sus anuncios para participar por u$s15.000.

«Es imprescindible que todos los anunciantes, independientemente de su tamaño y origen, entiendan que el trabajo de creativos, diseñadores, community managers y cualquier otro especialista tiene un valor y que todo profesional al que se le solicite trabajo, debe ser remunerado por ello», se quejó la entidad.

En el mundo

Empresas como Rappi y Glovo están siendo demandadas en todo el mundo por no cumplir con la libertad que promete y vulnerar derechos, «disfrazando a sus empleados como autónomos», según reclaman los propios repartidores.

En varios países, la Justicia determinó que el trabajo en plataformas no es autónomo, sino que debe encuadrarse en el esquema laboral tradicional.

En julio, la Inspección del Trabajo de España exigió a Deliveroo, la firma con mayor presencia en Europa, a contratar a cientos de repartidores y a pagar 1,3 millones de euros a la Seguridad Social y recargos no abonados por sus trabajadores en Barcelona. El reclamo se trasladó a Madrid y Valencia.

En Australia, Foodora (también de Delivery Hero) reconoció que los ciclistas que prestan su servicio de entrega pertenecen a su planta y que les debe u$s8 millones en sueldos retroactivos, impuestos, etc.

En Italia, la Corte estableció que cinco exrepartidores deben ser considerados como empleados, con vacaciones pagas, seguro médico e indemnización bajo esas condiciones.

Lo mismo sucedió en Francia donde, por primera vez, el Tribunal de Casación de París consideró a un ciclista como parte de la nómina. En este caso, la empresa era TakeEat Easy, que quebró en 2016.

Frente a este contexto mundial, Gath señala que Glovo «no atraviesa ninguna situación en que los repartidores deban ser considerados como empleados».

«En casi todos los países en los que estamos, la ley ha dictado a nuestro favor y ha dicho que ‘da total libertad y es una ‘plataforma de intermediación’. Otras, que no están en Argentina, sí han tenido estos problemas», añade.

De acuerdo con Cassoy, de Rappi, «es importante entender que las economías colaborativas están modificando la forma en la que los consumidores interactúan con los proveedores de productos y servicios en todo el mundo».

¿El fin de las plataformas?

El avance de la regulación no debería implicar el fin del negocio, sino que las empresas se ajusten a la norma y los trabajadores reciban un trato acorde.

La economía digital permite oportunidades de crear empleo, pero esto exige que la toma de decisiones por parte de quienes son responsables se agilice, ya que la tecnología avanza mucho más rápido que la ley.

«Esta evolución se come el derecho de los trabajadores, en términos literales. Se juegan la vida y exponen el cuerpo en bicicletas. Es tarea de los legisladores ponerle un freno, regularlo, y que la tecnología siga generando mejores condiciones de vida no sólo para el que recibe el servicio sino también para el que lo ejecuta», señala Guillo.

En el mundo ya comienzan a haber algunos indicios para reglamentar la economía colaborativa. Por casa, todo es más lento.

No hace mucho que Netflix y Spotify pagan impuestos en la Argentina y recién ahora quienes viajen con Uber estarán asegurados. ¿Llegarán a ser considerados como empleados los repartidores de plataformas para pedir «lo que sea»? Es muy probable que la respuesta a este interrogante no tarde mucho en llegar.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

scroll to top