Fuente: retina.elpais.com
Con el dinero de plástico de capa caída, Visa o Mastercard quieren seguir marcando el estándar para los pagos, con independencia de las tecnologías. Su principal problema no es la innovación digital, sino la competencia que viene de China
En tiempos de personal branding, influencers, youtubers y demás palabros hay quien parece perseguir pasar desapercibido para hacer negocio. Visa, la empresa de tarjetas de crédito creada en 1958 en California, centra sus esfuerzos de innovación e I+D en conseguir la fórmula de la invisibilidad de los pagos. Fuera ya no solo monedas y tarjetas de plástico, sino también pines, firmas y hasta huellas dactilares y capturas de iris. El ejemplo, ya recurrente, es Uber. El futuro pasa porque paguemos sin darnos cuenta, como quien respira, o eso pretende la empresa que, junto a Mastercard y American Express, lleva décadas dominando el mercado de los medios de pago. Y si el negocio del pago invisible hace a la empresa también casi invisible, no es un gran problema.
Vish Sowani, vicepresidente de la compañía y responsable de su área de innovación abierta, lo explica con una sencilla analogía: “Queremos ser la red eléctrica de los pagos, es decir, que todo tipo de enchufespuedan acceder a nuestra red y que, sin necesidad de conocer los detalles, todo funcione con toda seguridad y el pago se produzca. Puede sonar sencillo, pero no es fácil que el mismo enchufe funcione en 200 países. De hecho, yo viajo con varios adaptadores”, explica.
Sowani, residente en Londres, está de paso un día de otoño en Madrid, una ciudad que ya ha mirado con ojos de turista –“mi mujer es una apasionada del arte, así que conozco bien los museos”- pero a la que nunca había acudido por motivos de trabajo. Así que en vez de contemplar picassos y goyas, esta vez participa en un acto sobre open innovation, uno de esos mantras de la economía digital en el que Visa, como todas las grandes empresas más o menos inquietas por la posible disrupción de su negocio, quiere tener un papel destacado.
Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de open innovation? En la conversación con Sowani aparece otro término recurrente: ecosistema. “Queremos crear un ecosistema”, explica el ejecutivo de Visa, “a través de una plataforma de innovación abierta a todo tipo de empresas, a todo el que quiera innovar. La innovación no se produce en una burbuja aislada, sino en un circuito abierto en el que desarrollar aplicaciones que sean válidas para todos los mercados en los que operamos”.
En ese ecosistema Visa pondría, en el plano técnico, las apis, las plataformas informáticas que permiten a los diferentes programas comunicarse e intercambiar datos sin fricciones, y en el plano comercial, la confianza que genera su marca: “En última instancia, no somos proveedores de sistemas de pago o de tecnología, sino de confianza: nuestro trabajo es crear un estándar en el que se pueda confiar”, explica el ejecutivo. Hasta ahora, parece que lo han logrado: tienen acuerdos con 17.000 bancos y son un medio de pago aceptado en 45 millones de comercios.
Visa ‘come’ de todo. Sowani proclama varias veces el carácter “imparcial” de la compañía, tanto en cuanto a empresas con las que se asocia–“Queremos hacer negocio con todas las fintech; nuestro trabajo no es pronosticar cuáles irán bien” –, como respecto a las tecnologías. “Nos da igual cómo y con qué se pague, aunque evidentemente preferimos mirar hacia el futuro, hacia tecnologías como el Internet de las Cosas. Los aparatos son cada vez inteligentes y el coste de la tecnología se está reduciendo. Por eso es importante desarrollar apis y trabajar con innovación abierta. Nosotros queremos hacer lo mismo que Android y Apple: no desarrollar las aplicaciones, sino marcar el estándar de uso, en nuestro caso de los pagos”.
Queremos hacer lo mismo que Android y Apple: no desarrollar las aplicaciones, sino marcar el estándar de uso
Además de abrirse a las innovaciones tecnológicas, Visa vigila con el rabillo del ojo la posible llegada a su mercado de los gigantes tecnológicos. Integrada ya Paypal en el sistema financiero como una alternativa más, es inevitable pensar en los llamados GAFAS (Google, Amazon, Facebook y Apple), una amenaza que Sowani despeja sin inmutarse: “Ya están en el negocio de los pagos, y colaboramos con ellos. No podemos evitar que hagan lo que quieran, ni siquiera pretendemos hacerlo; lo que nosotros tenemos que hacer es seguir innovando”.
Más complicado para la compañía estadounidense puede ser lo que ya está sucediendo en China, donde Alipay y WeChat suman conjuntamente 1.520 millones de consumidores, con un volumen de transacciones y envíos, en 2016, cercano a los tres billones de dólares, según la consultora especializada Aite Group.
El ejemplo de Alipay es especialmente inquietante para Visa: fue creada en 2004 por el grupo Alibaba para lograr que consumidores sin tarjetas de créditos pudiesen comprar sin problemas en su gigantesco comercio online, eliminando los márgenes de toda operación para bancos y medios de pago, y dando un excelente ejemplo a Amazon. Además, Alipay empieza a asomarse por Occidente, de momento, al menos oficialmente, con el único objetivo de facilitar la vida a los turistas chinos: ya es una opción más de pago en muchos taxis de Nueva York y en España tiene un acuerdo con BBVA que ya se plasma en su utilización en El Corte Inglés.
¿Son entonces los competidores asiáticos, más que las nuevas tecnologías, la principal inquietud de Visa? “Nosotros tardamos 42 años en llegar a los 1.000 millones de clientes, y a WeChat [la app para todo desarrollada por el gigante chino Telcent] le ha costado solo cinco años”, concede Sowani, que prefiere ser optimista basándose en “el desarrollo enorme de nuevas oportunidades gracias a la tecnología, tanto en los móviles como en cualquier tipo de aparato”. Con voz, con huella dactilar, con wearables, desde el coche y hasta tal vez con criptomonedas: se pague como se pague, Visa quiere estar ahí, y es consciente de que tiene que pelear, e innovar, para mantener su posición.