La tecnología está impulsando grandes cambios en el sector financiero (lo que llamanfintech) y los bancos intentan subirse al carro comprando startups fintech, creando fondos de inversión para fintech, lanzando incubadoras fintech… Pero son tentativas para convertirse en algo que nunca serán, por tres razones: tecnológica, de regulación y cultural.
Tecnológica
La infraestructura técnica de la gran mayoría de los bancos data de los años 80, un siglo a la escala de la evolución tecnológica que conocemos actualmente. Además de antigua, tiene un tamaño descomunal debido al tamaño de los propios bancos (gran número de usuarios, gran número de empleados, presencia en diferentes países, gran número de agencias…).
También es una estructura demasiado compleja, que ha crecido de manera algo anárquica para acompañar el desarrollo comercial de los bancos en las últimas décadas y para acompañar a la evolución tecnológica, añadiendo más y más capas y elementos que interactúan entre sí, creando interdependencias dentro del sistema que les hacen cada vez más complejos y difíciles de evolucionar, y complicando los cambios hasta convertirles en un riesgo para la estabilidad de la organización.
Esto no quiere decir que un banco no pueda convertirse en una empresa digital. Los bancos están invirtiendo masivamente para que así sea, pero siempre por encima de la capa tecnológica antigua que tienen y que costaría demasiado cambiar por completo, además de los riesgos que supondría para la estabilidad.
Regulación
Un banco está sujeto a un gran número de reglamentaciones que condicionan, tanto su organización (son necesarios equipos numerosos para aplicar múltiples y siempre cambiantes legislaciones y hacer los controles necesarios), como su cultura. Esto dificulta el cambio porque cada proceso tiene que estar adecuado a una o varias legislaciones.
El hecho de que los bancos tengan actividades en todos los segmentos del mercado financiero (pagos, créditos, inversión, seguros…) multiplica los procesos internos para poder adaptarse a las normativas de cada segmento.
Cultural
Esta es, sin duda, la razón principal. Un banco tradicional es un organismo conservador por definición, que funciona para preservar sus intereses y la generación de ingresos y beneficios cada vez más grandes para poder mantenerse vivo (cubrir los costes elevados de la organización, complacer a los accionistas, respetar la legislación sobre el nivel de fondos propios, etc.). Esto le hace temer el riesgo.
Es también un organismo multicelular. Una organización pesada y compleja en la que las luchas de poderes son frecuentes y con objetivos muchas veces divergentes. Las agencias tienen un peso importante dentro de la organización, y suelen combatir cualquier proyecto que aleja al cliente de la oficina, porque es contrario a sus objetivos de generar ingresos. ¿Cómo vender productos y atraer nuevos clientes si estos ya no pasan por las agencias?
Objetivos internos opuestos, guerras de poder, tamaño de la organización que dificulta la definición de una estrategia común y hacer que todas las células trabajen en el mismo sentido, jerarquía vertical con procesos de decisión largos y complejos… Todo eso va en contra de la innovación, e impide a los bancos poder ser una empresafintech.
Las empresas fintech no tienen estos problemas. Tienen una base tecnológica de última generación que está mejor preparada para evolucionar, y con costes operacionales muy inferiores.
El peso regulatorio es inferior. No quiere decir que operen al margen de cualquier regulación, pero las fintech funcionan verticalmente. Es decir, se focalizan en una actividad en concreto, que en la gran mayoría de los casos está regulada, pero sólo tienen que adaptarse a la regulación de esa actividad, no a decenas.
Siguen una cultura orientada a la satisfacción del cliente. Es evidentemente más fácil para una startup trabajar por un objetivo común, al ser una organización joven, de pequeñas dimensiones, y creada para aportar una solución a un problema concreto. Están totalmente enfocadas en solucionarlo de la mejor manera y asegurar la mejor experiencia de usuario y la mejor satisfacción.
Pero más allá de eso hay un cambio de cultura radical que se construye en oposición a la cultura bancaria que generó la última crisis financiera. Aportar la mejor solución posible al problema del cliente, dejar de tratarle como una mera fuente de ingresos, ser más transparente, más orientado hacia su satisfacción y menos a satisfacer los intereses de la organización. Mientras la banca sigue diciendo a sus clientes «tengo este producto, cómpralo», las fintech dicen «¿qué necesitas?», e intentan ofrecer el producto adecuado a las necesidades de sus clientes.
El usuario está en el centro de la cultura fintech, y eso es un cambio de paradigma importante y difícil de adoptar por parte de los bancos. La cultura fintech está en sintonía con la cultura de las nuevas generaciones Y y Z: tecnología con sentido y centrada en el interés del usuario.
Fuente: huffingtonpost.es