Fuente: elordenmundial.com
La creciente innovación en servicios tecnológicos financieros ha acuñado un término para lo que parece ser uno de los sectores claves en el futuro: la fintech o ‘tecnología financiera’. En los últimos años han emergido empresas que ofrecen servicios como pagos, préstamos o seguros donde la ausencia de un espacio físico y el soporte tecnológico son las características principales. Entender la innovación fintech es una aproximación interesante al futuro de las relaciones económicas en la era digital.
Hace apenas diez años, Steve Jobs presentaba en San Francisco la primera versión del iPhone. En su discurso afirmaba que, “de vez en cuando, aparece un producto revolucionario que lo cambia todo”. No le faltaba razón. Apple se convertía en el pionero de un nuevo dispositivo, el smartphone, que cambiaría por completo las formas en las que interactuamos con nuestro medio. El nuevo teléfono inteligente ofrecía tres características innovadoras en su confluencia: era a la vez un dispositivo de reproducción de música, un teléfono móvil con una experiencia de usuario única y un dispositivo portátil de navegación por internet. Con sucesivas mejoras y nuevos servicios, en menos de diez años los smartphones se han convertido en un elemento más que cotidiano en nuestras vidas y facilitan una gran variedad de productos y servicios tecnológicos en nuestro día a día.
Las últimas versiones del iPhone permiten realizar pagos a través del teléfono de la misma forma que con una tarjeta sin contacto. Hoy en día, con cualquier smartphonees posible comprar un billete de avión y utilizar la misma pantalla como billete a la hora de realizar el embarque. TomTom y Garmin son nombres que resultan ya lejanos; Google ha monopolizado la tecnología GPS con su aplicación Maps. E incluso las conversaciones de teléfono intercontinentales ya no afectan prácticamente a la factura, ya que WhatsApp, Skype o Hangouts permiten realizarlas a coste gratuito.
El impacto que ha tenido y seguirá teniendo la tecnología sobre nuestras vidas es enorme. Los psicólogos ya están comenzando a tratar adicciones tecnológicas, síntoma de que los hábitos de nuestras sociedades están cambiando sustancialmente. Industrias enteras están viviendo procesos de transformación para adaptarse a esta nueva era tecnológica, a la vez que vemos la aparición de otras nuevas. Una de ellas es la del sector fintech, “programas informáticos y otras tecnologías que se utilizan como soporte o para proveer servicios bancarios y financieros”. Nuestros hábitos económicos y la forma en la que accedemos a productos financieros como una cuenta bancaria o una hipoteca también se están viendo afectados por la tecnología, lo que dibuja un panorama incierto y de alta competencia donde peligra la posición de los proveedores tradicionales, como los grandes bancos o aseguradoras.
Las empresas del sector fintech prestan servicios en cuatro grandes áreas: financiación, gestión de fondos, pagos y otros servicios (seguros, infraestructura, etc.). Actividades como el crowdfunding o el crowdlending —microfinanciación y micropréstamos, respectivamente— son actividades que han experimentado un notable crecimiento en los últimos años. Pero, más allá de la financiación, la fintech está comenzando a cambiar y disrumpir sectores y actividades económicas tradicionales a un ritmo vertiginoso que comenzó hace solo un par de décadas.
De PayPal a Stripe
Hace apenas 20 años, algo tan sencillo como comprar ropa a través de internet era una auténtica odisea. Apenas empezaba a extenderse el uso de la red al ciudadano de a pie y no existían métodos de pago lo suficientemente sofisticados como para permitir compras online de forma regular. Hasta que apareció PayPal. Cofundada por Elon Musk, esta empresa emergente es quizás la primera fintech que logró no solo un éxito considerable, sino un impacto decisivo en su correspondiente sector. En su primer año de vida, logró una tasa de crecimiento de un 10% diario y más de cinco millones de nuevos clientes; en 2002, dos años después de su fundación, la empresa salió a bolsa, donde crecería un 55% durante el primer año.
PayPal ofrecía un servicio de ciberpagos seguro y con todas las garantías con el que pequeños y grandes comerciantes podían sustituir cheques y descuentos y aceptar pagos de compradores en la red. No hacía falta más que abrir una cuenta y pagar una pequeña cuota para poder realizar pagos en numerosos países, divisas y para un sinfín de productos. El potencial de PayPal era tan grande que la principal empresa de venta de productos por internet de entonces, eBay, no dudó en comprarla escasos meses después de salir a bolsa. De esta forma, se combinaba el mayor mercado digital con el proveedor de pagos más innovador y con más crecimiento. El resultado cambió por completo la forma en la que se procesan los pagos. Hoy en día ya no resulta complicado comprar productos en internet, ya sean nacionales o internacionales. Las barreras tecnológicas, de divisas y de espacio y tiempo han sido superadas con la innovación tecnológica en la industria de pagos. A PayPal no solo lo siguieron numerosas alternativas y competidores, sino que el sector ha seguido innovando y produciendo nuevas facilidades de pago a los consumidores por medio de la tecnología, como las tarjetas sin contacto o el pago vía smartphone.
PayPal siguió expandiendo sus servicios con filiales como PayPal Credit, que da créditos a seis meses, y ofreciendo financiación para pagar los costosos estudios universitarios en Estados Unidos. Sin embargo, con la expansión y normalización de los pagos online, comenzaron a aparecer numerosos competidores. Uno de ellos, Stripe, fundado en 2011, se convirtió rápidamente en una alternativa viable a PayPal. Con tasas ligeramente más bajas, una apuesta por los competidores pequeños y medianos y clientes tan notables como Amazon, Google, Microsoft o Facebook, Stripe logró robar cuota de mercado a PayPal y afianzarse en el sector de los pagos online.
Curiosamente, la vanguardia de este sector no está en Silicon Valley, de donde emergieron tanto PayPal como Stripe, sino en China, donde WeChat Pay y Alipay —controladas por las gigantes Tencent y Alibaba, respectivamente— están revolucionando los pagos. En un país donde las tarjetas de crédito internacionales, como Visa y Mastercard, nunca llegaron a asentarse por sus elevados costes y dificultades para pequeños comerciantes y ante la ausencia de proveedores locales, estos nuevos métodos de pago para los que solo se necesita un móvil están haciendo desaparecer progresivamente el dinero en metálico de los comercios chinos e incluso los músicos callejeros procesan pagos mediante estas aplicaciones. El éxito y crecimiento de lo que un día fue una empresa emergente ha llevado a Ant Financial, la matriz de Alipay, a tener una valoración de mercado superior a Goldman Sachs o el banco Santander.
En busca del Amazon de la banca
En los últimos años, la industria fintech no ha hecho más que crecer. La mitad de los consumidores utilizan servicios fintech de pago y envío de dinero —un 13% de ellos, más de cinco servicios distintos— y la amplia mayoría de las empresas financieras creen que su modelo de negocio está en peligro por la innovación y disrupción tecnológica de estas nuevas empresas. El sector financiero, caracterizado por su volatilidad y el alto riesgo de sus operaciones, se halla en un estado de incertidumbre por el efecto que pueda tener el impacto tecnológico en el futuro. La tecnología ya ha demostrado que puede transformar de arriba abajo actividades económicas y modelos de negocio. En 2017, por primera vez en la Historia, la publicidad online superó la televisiva, con Facebook y Google copando el 73% de esa publicidad. En Estados Unidos, Uber y Lyft abarcan el 70,5% de la cuota de mercado de transporte frente al 6% del taxi.
Pese al éxito y el notable crecimiento de las empresas fintech, sus números todavía no hacen frente a la economía tradicional. La propia web de Stripe recuerda que aproximadamente solo un 3% del comercio mundial se realiza en internet. Solamente en torno a 26 millones de personas —el equivalente a la población de Madagascar— utilizan criptomonedas como el bitcoin y, mientras que en los primeros seis meses de 2018 se invirtieron 57.900 millones de dólares en empresas fintech, un solo banco, JPMorgan Chase, invirtió en 2016 9.500 millones solo en su estrategia tecnológica.
Ello no obsta para concluir que el sector financiero tradicional esté a salvo de la ola fintech. El peligro radica no en el crecimiento o la financiación de estas nuevas empresas, sino en la forma en la que son capaces de cambiar los hábitos de consumo y acceso a productos financieros del ciudadano de a pie. Precisamente, la estrategia que han seguido la mayoría de las fintech es centrarse en la experiencia del usuario como factor distintivo, ya sea mediante diseños de aplicaciones sencillos, apostando por métodos de comunicación no tradicionales con el cliente, como los mensajes privados, o un acceso fácil y rápido a productos como créditos, préstamos o pagos. El mensaje que quieren transmitir la mayoría de estas empresas es el de una alternativa a los proveedores tradicionales, ya sean bancos, aseguradoras o empresas financieras.
Un buen ejemplo de ello es Oscar, una empresa neoyorquina fundada en 2012 con el objetivo de cambiar la forma en la que se prestan los servicios sanitarios en Estados Unidos. Sus fundadores vieron que, en la cobertura sanitaria estadounidense, que se realiza mayoritariamente a través de aseguradoras privadas, los consumidores se hallan en una situación casi de desamparo y sin acceso real a información. Su apuesta consistió en tapar ese agujero mediante la tecnología complementando los seguros sanitarios tradicionales con la posibilidad de controlar todos los aspectos relacionados con la salud desde la pantalla del móvil. Con su aplicación, el consumidor no solo puede ver los resultados del último análisis o gestionar su cita con el médico, sino que puede recibir asesoramiento sanitario en tiempo real de mano de un equipo de consejeros. Este modelo revolucionario en un sector tan competitivo en Estados Unidos ha dado sus frutos: en marzo de 2018, Oscar cerraba una nueva ronda de financiación de 165 millones de dólares.
En España, Bnext busca convertirse en una alternativa a la banca tradicional primando la experiencia del usuario. Esta empresa emergente, que salió al mercado en 2017 tras una ronda de financiación vía crowdfunding, ofrece una cuenta sin banco en la que sus usuarios pueden cargar dinero en una tarjeta y sacarlo o realizar pagos en cualquier lugar del mundo sin comisiones, además de otros productos financieros, como micropréstamos, inversión en fondos o avales de forma sencilla y segura. Los usuarios pueden comunicarse por chat en cualquier momento con la empresa y también conectar las cuentas de sus bancos tradicionales a la aplicación.
Otras muchas empresas buscan ofrecer soluciones innovadoras mediante la tecnología a problemas financieros. La alemana Kreditech ofrece préstamos a personas sin un historial de crédito analizando sus datos online para determinar su capacidad crediticia. Para los atrevidos con el blockchain, Celsius ofrece préstamos en dólares mediante esta tecnología, que permite conocer el historial de transacciones al completo de una persona. La chilena Übank ha desarrollado un modelo de ahorro y financiación innovador al deducir una cantidad determinada cada vez que se realiza una actividad cotidiana y asignarla a un fondo reservado para la actividad en cuestión. En la práctica, no se trata solamente de la capacidad de innovar en soluciones financieras con la tecnología, sino de encontrar un nicho de mercado y ser capaz de explotarlo, algo que cada vez se vuelve más complicado para las fintech.
Los bancos contraatacan
En 2015, en su carta anual a los accionistas de JPMorgan, su consejero delegado alertaba de que Silicon Valley estaba llegando al sector bancario y financiero. La mayoría de los ejecutivos del sector están de acuerdo en que su modelo de negocio está en riesgo por la irrupción de las fintech. Sin embargo, parece que la estrategia que han comenzado a seguir los bancos y las instituciones financieras tradicionales no pasa por cerrarse a cal y canto y sobrevivir a la ola, sino subirse a este tren tecnológico e intentar ganar la carrera.
Un buen ejemplo de ello es una de las últimas iniciativas del banco Santander, que se ha convertido en el primero en ofrecer un servicio de transferencias internacionales vía blockchain. Este nuevo servicio, que tiene por objetivo competir con fintech como TransferWise, permite realizar transferencias internacionales de forma mucho más rápida, en apenas un par de días, y conocer el importe exacto que recibirá el destinatario con el cambio de divisa. TransferWise, la principal fintech de envíos de dinero internacionales, había creado una estrategia muy orientada al consumidor, con comisiones reducidas y la posibilidad de saber antes de realizar la transferencia cuánto dinero recibiría el destinatario.
BBVA, por su parte, ha puesto en marcha una estrategia de transformación digital centrada en el consumidor, aunque con el foco puesto más en la posible emergencia de gigantes como Google o Amazon en la banca. Este banco quiere acercarse al modelo de las fintech digitalizando la mayoría de los servicios y reduciendo las actividades y el funcionamiento de las sucursales sin perder las garantías de privacidad, seguridad y cumplimiento de la regulación financiera y bancaria. Este último aspecto ha sido puesto en relieve por la misma entidad al sugerir que se exijan los mismos estándares de protección al consumidor y supervisión por agentes reguladores a las fintech que a las entidades financieras tradicionales.
El ejecutivo de JPMorgan destacaba lo eficaces que son las fintech en proveer servicios como préstamos rápidos o transferencias de dinero instantáneas y se comprometía a trabajar duramente para mejorar sus servicios y competir con ellas e incluso a colaborar de forma conjunta “cuando tenga sentido”. Esto parece resumir ampliamente la estrategia de los bancos: un 56% de las instituciones financieras han situado la disrupción en el corazón de su estrategia y el 82% esperan incrementar sus acuerdos de colaboración con empresas fintech en los próximos cinco años.
Todavía es demasiado pronto para afirmar si nuestros hábitos de consumo de productos financieros van a cambiar por completo en los próximos años, pero lo cierto es que las empresas fintech han sabido identificar nuevos mecanismos para operar con ellos de forma mucho más fácil e inclusiva para el consumidor, algo que ha puesto a las instituciones financieras tradicionales en jaque y en pleno proceso de reflexión. Si hace 20 años comprar un producto internacional por internet nos parecía algo casi imposible, será interesante ver qué seremos capaces de hacer dentro de 20 años más de innovación y disrupción tecnológica.