Silicon Valley ha entrado en una fase crítica de su ciclo empresarial, una zona desértica de la desaceleración de la industria tecnológica en la que la desesperación puede convertirse en temeridad.
Las empresas más importantes de la última década se enfrentan a una crisis existencial. Sus productos pierden fuerza y los cambios en la economía mundial obligan a buscar nuevas fuentes de crecimiento. Entonces, aparece la IA generativa: algoritmos como ChatGPT que parecen imitar la inteligencia humana creando texto o imágenes. Aunque todo el mundo en Silicon Valley habla de repente y sin cesar de esta nueva tecnología, no es el tipo de inteligencia artificial que puede hacer funcionar los coches autónomos, o los robots esclavos a lo Supersónicos, o propiciar la llegada de la singularidad tecnológica. La IA que están desplegando las empresas aún no ha llegado a ese nivel de cambio mundial y, francamente, los expertos dirán que no está claro si lo hará algún día. Pero eso no ha impedido que la industria tecnológica intente subirse a la ola de entusiasmo y miedo que despierta esta nueva innovación.
En cuanto quedó claro el éxito de ChatGPT, empezó la carrera. Con la esperanza de sacar provecho de la moda, Microsoft invirtió 10.000 millones de dólares en OpenAI en enero y poco después lanzó una versión de su motor de búsqueda, Bing, impulsada por IA. Google se apresuró a seguirle el ritmo y en marzo lanzó su propio motor de búsqueda, Bard. Casi todas las demás grandes empresas tecnológicas han seguido su ejemplo, insistiendo en que su marca estará a la vanguardia de la revolución de la IA. Los inversores de capital riesgo (que se han vuelto tacaños ante la volatilidad del mercado) han empezado a firmar cheques para las nuevas empresas de IA. Y en una señal inequívoca de que algo ha explotado hasta quedar irreconocible, Elon Musk empezó a afirmar que todo había sido idea suya desde el principio.
Todo este revuelo es más una pelea de egos multimillonarios que una auténtica revolución tecnológica, según opinan un consultor de empresas de IA y un veterano investigador que ha hablado bajo condición de anonimato. «Odio señalar esto como otra lucha de egos, pero eso es lo que es OpenAI», afirman las fuentes. «Están enzarzados en broncas y peleas». Para hacerse con un pedazo de ese dulce dinero de la locura de la IA, incluso los magnates tecnológicos más poderosos intentan hacer ver que su empresa es la verdadera líder en IA.
Wall Street, que nunca se pierde una tendencia, también se ha sumado a la moda. Pero, como señalaba Daniel Morgan, gestor de carteras de Synovus Trust, en una entrevista con Bloomberg TV, «este bombo de la IA no se traduce realmente en un gran crecimiento de los beneficios. No es más que una apuesta a futuro». Es decir, los productos basados en la IA aún no generan grandes beneficios, pero las ideas ya están disparando las valoraciones.
Eso es lo que hace que el hype se esté transformando en un canto al cielo: Silicon Valley espera y reza para que el bombo publicitario de la IA mantenga distraídos a clientes e inversores hasta que sus balances puedan recuperarse. Sin duda, lanzarse a una nueva tecnología no probada para distraer la atención de los problemas de la industria tecnológica y la economía mundial puede ser un poco desacertado. Pero, bueno, si la sociedad sufre un poco por el camino, eso es lo que pasa cuando te mueves rápido y rompes cosas.
No temas a los robots
Para entender el momento, es importante comprender las capacidades reales de la tecnología que estos titanes de la tecnología están promocionando. Las empresas afirman que la tecnología basada en la IA puede revolucionarlo todo, desde los viajes hasta las citas. Y todos los CEO que intentan vender a los inversores el futuro de la IA insisten en su supuestamente temible poder.
Por ejemplo, Sundar Pichai, CEO de la empresa matriz de Google, Alphabet, concedió una entrevista en profundidad al programa 60 Minutes de la CBS y se centró en el potencial de la IA para enseñarse a sí misma a pensar y evolucionar como un ser humano. Dio la impresión de que la tecnología avanza tan rápido que Google, una de las empresas más ricas y poderosas del mundo, está indefensa ante ella: llegará, lo quieran o no los humanos.
Las proclamas de Pichai no fueron nada comparadas con las de Elon Musk. Aunque ayudó a fundar OpenAI en 2015, Musk salió del consejo en 2018 y se perdió la explosión de ChatGPT. Abandonado a su suerte, el CEO de Tesla-Twitter-SpaceX acudió en abril al programa de Fox News de Tucker Carlson para decirle al mundo que el ex-CEO de Google Larry Page (un antiguo amigo) está intentando crear una IA que podría destruir la civilización. Musk también hizo hincapié en que él solito crearía una versión más responsable de la IA, sin importarle esos otros tipos. Una vez más, lo que Musk está describiendo es la inteligencia general de la IA, algo mucho más avanzado que la IA generativa que OpenAI está construyendo en este momento.
Contrariamente a estas afirmaciones de tecnología revolucionaria, la cosecha actual de productos de IA es bastante limitada. Pueden funcionar como pseudo-asistentes personales, segmentar mejor los anuncios que enseña a los usuarios o aprender por sí mismos a hacer más eficientes los programas informáticos y los procesos de trabajo. En lugar de nuevas formas de trabajar que revolucionen el mundo, los expertos dicen que hay que esperar más bien un mayor número de apps y widgets de IA.
«No hemos llegado ni de lejos a ese nivel. Lo están enmarcando como algo más aterrador de lo que realmente es porque presentar la nueva tecnología como algo aterrador es más poderoso (y más lucrativo) que admitir sus limitaciones», indica el consultor de una startup de IA, refiriéndose a las predicciones de que la inteligencia general superará a la humana.
En la entrevista, a Pichai le costó explicar por qué surgía ahora todo este asunto de la IA. La tecnología para extraer grandes modelos lingüísticos existe desde 2018. Y sabemos que la IA generativa es imperfecta: dice mentiras y podría usarse como herramienta para difundir desinformación. Ni siquiera Pichai pudo asegurar al entrevistador que es 100% «segura». A pesar de estas limitaciones, no es casualidad que esta tecnología se haya popularizado tanto. El lanzamiento de ChatGPT convirtió la IA en una palabra de moda, y no hay nada que le guste más a Silicon Valley que recaudar dinero con eso.
Cuando ganar dinero con un crecimiento asombroso es imposible, Silicon Valley se conforma con facturar gracias a un potencial de crecimiento asombroso, independientemente de lo lejos que pueda estar en el futuro y cuáles sean las consecuencias. Esto es lo que hace que el repentino aumento del interés por la IA sea realmente peligroso: la IA en sí misma es neutral. Los humanos pueden utilizarla para bien o para mal. Pero cuanto más rápida y descuidadamente se amplíe, más probable será que provoque el caos.
Tiempos desesperados
Lo que ha cambiado la situación de la IA generativa no son los avances tecnológicos, sino el avanzado estado de malestar de Silicon Valley. La pandemia abrió una ventana de liquidez para el sector dado que la gente confiaba en la tecnología para superar el confinamiento. Los inversores de capital riesgo no podían inyectar su dinero lo suficientemente rápido: cualquier startup con cripto, blockchain o metaverso en el nombre se trasladaba a Miami y nadaba en las cálidas y agitadas aguas del sur de Florida. Luego, el dinero se agotó.
Los despidos han barrido la industria, incluso en grandes empresas como Meta, Google y Amazon. Tiger Global (un hedge fund de Wall Street reconvertido en inversor pirata de capital riesgo ebrio de diner) ha empezado a deshacer sus inversiones. En marzo, Silicon Valley Bank se hundió, junto con otros bancos más pequeños que prestaban servicios a la comunidad tecnológica, como Signature y Silvergate. La financiación de capital riesgo está ahora en mínimos de los últimos 6 años. Gracias a la subida de los tipos de interés, el dinero se está agotando en todo el mundo, pero en ninguna parte se está agotando más rápido que en el sector tecnológico.
En lo que va de 2023, los valores tecnológicos se han recuperado del desplome del año pasado, pero sigue habiendo signos claros de que la tecnología sigue en una época de sequía. Taiwan Semiconductor Corporation, el mayor productor de chips del mundo, incumplió en abril las expectativas de ventas. Dado que produce chips para todo tipo de aparatos, desde teléfonos hasta misiles, la caída de la demanda de semiconductores podría indicar que el consumidor ha perdido interés por todo tipo de tecnología. Durante la pandemia, cuando los Gobiernos inyectaban liquidez al sistema y la gente estaba atrapada en casa, el mundo compraba todo lo que Silicon Valley vendía. Ahora ya no.
Durante este período, la IA ha sido el único oasis en el desierto tecnológico. Cuando Silicon Valley vio el crecimiento explosivo de ChatGPT (que se convirtió en la herramienta de tecnología de consumo de más rápido crecimiento de la historia) se dio cuenta de que las cualidades humanas de la IA generativa son suficientes para atraer la curiosidad y el entusiasmo en la cultura popular. Ese tipo de atención siempre puede servir para sacar dinero a los inversores, independientemente de que un producto sea o no especialmente útil.
Ahora, la industria tecnológica quiere que el mundo crea que esta tecnología podría utilizarse para cualquier cosa, desde la asistencia sanitaria a los recursos humanos y desde la información periodística a la redacción de borradores jurídicos. Esta esperanza de que la IA sea el «próximo gran descubrimiento» ha desencadenado FOMO en Silicon Valley. Los inversores de capital riesgo declararon a Anne Srader, de Fortune, que es difícil imaginar «hasta dónde puede llegar la locura». La financiación para muchas startups se agotó entre 2021 y 2022. La inversión en IA, sin embargo (especialmente en empresas en fase inicial) continuó a un ritmo constante, cayendo solo de 4.800 millones de dólares en 2021 a 4.500 en 2022. Según PitchBook, las inversiones en IA generativa ascendieron a 1.600 millones en el primer trimestre de 2023.
Y no son solo las startups y los inversores de capital riesgo los que apuestan por esta tecnología emergente, sino que también lo hacen las grandes corporaciones. Además de la gigantesca participación de Microsoft en OpenAI, Google invirtió 400 millones de dólares en Anthropic, rival de ChatGPT, en su intento de impulsar Bard. Meta también está haciendo ruido con la IA. El mes pasado, Mark Zuckerberg publicó una nota en la que afirmaba que la IA era la «mayor inversión individual» de la empresa. Dado el rápido deterioro de las fortunas de la industria tecnológica, cualquier cosa que prometa replicar el vertiginoso crecimiento de la década anterior es más que bienvenida.
De 2020 a 2022, Silicon Valley se benefició de los tipos de interés bajos y de la burbuja. Pero ahora la fiesta ha terminado, y la IA está ayudando a aliviar un poco la resaca.
Una pequeña bomba
Nada de esto quiere decir que la IA no sea o vaya a ser útil nunca. Pero como escribió un grupo de investigadores de la Universidad de Stanford en un informe de 2021, «actualmente carecemos de una comprensión clara de cómo funciona, cuándo falla e incluso de qué es capaz debido a sus propiedades emergentes». Eso significa que todos, desde los investigadores hasta los desarrolladores, están aprendiendo de qué son capaces los productos de IA en tiempo real, y la velocidad con la que se lanzan al público podría convertirse en un grave problema.
La mayoría de los productos para el consumidor con los que nos vamos a topar se basan en grandes modelos lingüísticos, y la información que escupen los robots sólo es tan buena como la información que ingieren y los algoritmos que interpretan esa información. Por ejemplo, los modelos de Google, OpenAI y Microsoft utilizan información de Reddit para aprender. Esto debería preocupar a cualquiera que haya leído el material más cruel, ofensivo o infantil de esa plataforma. También preocupa a los directivos de Reddit, que parecen haberse dado cuenta de que han estado criando una gallina de los huevos de oro y regalando sus huevos.
La calidad de los grandes modelos lingüísticos también depende de la visión de futuro de quienes los elaboran. Neil Sahota, veterano de IBM y asesor de las Naciones Unidas en materia de inteligencia artificial, explica que esta tecnología apenas requiere programación. Así que los titanes de Silicon Valley que se curtieron en programación, como los Zuckerberg del mundo, quizá no sepan tanto como creen. ChatGPT está ofreciendo, literalmente, 20.000 dólares por encontrar fallos en sus sistemas. Si eso no te dice que esta tecnología puede no haber sido sometida a pruebas de estrés para el consumo masivo, no sé qué puede hacerlo.
Crear un modelo que haga más bien que mal requiere contar con un equipo multidisciplinar de científicos sociales y especialistas en ética. Y esos son exactamente los tipos de trabajadores que están siendo despedidos en Silicon Valley en estos momentos. Y dado que sus fondos son cada vez menores, es posible que las grandes empresas no quieran invertir en este tipo de salvaguardias, según indica Sahota. Es posible, pero caro, crear protocolos que obliguen a la IA a explicar exactamente cómo funciona y ejecuta las tareas, para que podamos tener una idea clara de por qué los robots hacen lo que hacen.
«Es como hacer un examen de matemáticas y limitarse a mostrar la respuesta, sin enseñar el trabajo. Y eso es un problema», afirma.
La temeridad de las burbujas no hace sino aumentar el peligro de llevar la IA generativa al mercado comercial. En su artículo, los investigadores de Stanford advertían de que «unos cimientos mal construidos son una receta para el desastre». Pero la máquina de Silicon Valley solo conoce una velocidad, y es la del crecimiento a toda costa. No ve otra opción que depositar sus esperanzas en la IA. Y todos nosotros tendremos que sufrir las consecuencias.
Fuente: Business Insider