Hace unos días, se publicó en LaVanguardia.com la posibilidad de pagar un producto, o servicio, utilizando la propia huella digital.
Reflexionando sobre lo que las nuevas formas de pago pueden representar para el sector financiero, me aventuro a esbozar un hipotético futuro a 15 años vista. Lo hago, siendo consciente de la sorprendente facilidad que tienen nuestros jóvenes veinteñeros y adolescentes con las nuevas tecnologías. Ellos, en el próximo decenio, van a ser el grueso de la clientela bancaria. En unos pocos años va a cambiar nuestra relación con las entidades financieras, porque va a cambiar nuestra forma de pago y acceso a los servicios bancarios.
Actualmente las grandes entidades consideran un activo estratégico el poseer una extensa red de “oficinas de proximidad” al cliente. El mantenimiento de esta enorme red representa un elevado coste en su cuenta de resultados. Ello reduce el resultado de explotación y el beneficio neto de estas entidades.
Este modelo bancario de “múltiples oficinas de proximidad” tiene su razón de ser, debido a que se producen, necesariamente, transacciones físicas. Es decir, hay transferencias de dinero material y documentos. Cada oficina es un comercio que recibe, o entrega, papel moneda, o monedas metálicas. Las actuales oficinas tienen sentido para una clientela que no hace un uso intensivo de las tecnologías de la información.
Si por el contrario, se extiende el uso del cobro, o pago, a partir del móvil, u otro medio, nuestra visita a la oficina bancaria se va a ir reduciendo casi exclusivamente, y tal vez ni aún así, a la contratación de nuevos productos, o servicios, o a la gestión de algún tipo de reclamación. Parece como si en el próximo futuro pudiéramos llevar en el “bolsillo”; es decir, en nuestro móvil, a nuestra oficina bancaria. Ya hoy, se puede acceder desde un móvil a nuestra banca electrónica. La extensión masiva de esta práctica, un mayor alcance operativo y el pago desde el móvil van a acabar con el uso de las tarjetas de crédito, los cheques, o las habituales visitas a una oficina a por cambio en moneda u otro menester.
¿Qué otras consecuencias puede tener este nuevo tipo de relación cliente-entidad bancaria?
La posibilidad de hacer transacciones desde el móvil las 24 horas del día, la no necesidad de llevar dinero en efectivo, la dificultad de que se produzcan robos menores, la rapidez de las compras en grandes almacenes y superficies, el cambio y pago inmediato en divisas… y finalmente, mucha mayor seguridad, eficiencia y rentabilidad en el propio sector bancario.
Es posible que con ello, no sea necesaria una extensa red de oficinas bancarias por el territorio y que el número de empleados por oficina se reduzca a uno, ayudado con múltiples cajeros automáticos y terminales. Seguro que las entidades más innovadoras ya están diseñando la oficina del año 2025 para un cliente sumamente interactivo, que hoy ya existe, aunque no es mayoritario.
La tienda “multibanco”
Podría ocurrir también que aparecieran oficinas “multimarca” o “multibanco”, que gestionaran y ofrecieran los productos de las múltiples entidades financieras en un único espacio físico. Con ello, éstas reducirían, aún más, sus costes de explotación y aumentarían su eficiencia. Esta práctica permitiría reducir el número de visitas del cliente y la oficina se adaptaría a la realidad actual. Esta es, la multiplicidad de entidades que opera con un mismo cliente, cada una con el mejor producto que se adapta a aquél.
El banco como agente de consumo
La previsible revolución bancaria no sólo llega por la forma en que opera el cliente, lo que ya es visible en algún tipo de cliente actual; sino en los múltiples servicios que puede anticipar nuestra entidad, en función del historial de nuestros datos y de nuestros hábitos de consumo:
¿Podría nuestro banco enviarnos al móvil una oferta sobre un paquete vacacional, diseñado al efecto, atendiendo a los datos pasados que obran en su poder?
¿Podría prever nuestros descubiertos en cuenta y informarnos de ello, con días de antelación, sugiriéndonos, para evitarlo, una posible transacción entre cuentas internas, o externas, a la entidad?
¿Podría sugerirnos una cesta de la compra “media” atendiendo a nuestras compras pasadas?
¿Podría recordarnos que este mes solemos hacer la revisión mecánica del automóvil ; así como sugerirnos un taller próximo que nos hace una oferta sobre los servicios contratados habitualmente?
Así, la entidad bancaria podría actuar como medio publicitario de grandes empresas y cobrar por ello. O, por el contrario, ofrecer gratuitamente, a las microempresas y Pymes locales, este servicio publicitario para el fomento de la actividad empresarial del barrio, o ciudad , como ventaja competitiva respecto al resto de entidades financieras.
Ser cliente de una entidad debería ser un buen negocio para ambas las partes. Así, en mi opinión, se crearía el concepto ”el banco más amigo”.
Información bancaria para la toma de decisiones
Pensando a nivel macroeconómico, ¿podrían estar todas las transacciones del país, de cualquier CCAA, o de cualquier ciudad, vinculadas de forma anónima, a una enorme base de datos en el Banco de España o en el INE, con finalidad meramente estadística, y con objeto de facilitar la toma de decisiones a nuestros gobernantes proveyendo de información, veraz e inmediata, sobre el estado de nuestra economía?
Esta información ya existe, en un grado u otro, a nivel de cada entidad, “solo” hay que tratarla y sintetizarla. Este “solo” sería un gran proyecto, una enorme tarea a nivel nacional que implicaría a las entidades y a las administraciones. Es lamentable que nuestros dirigentes, actualmente, tomen decisiones según los datos del último año y, en el mejor de los casos, según los datos del último trimestre.
Podría ocurrir, además, que a medida que desapareciera el dinero físico, se redujera la economía sumergida.
El posible negocio de la gestión de la información bancaria
¿Podría tener valor la gestión de esta ingente información, que cada entidad bancaria posee, sobre nosotros?
Yo creo que sí… ya lo hace Google, en internet, con nuestras variables consultas o “intereses informativos”. Imaginemos el enorme valor de la información anónima de “los intereses realizados” o, llamados también,”transacciones financieras”.
Un nuevo entorno competitivo
Va a cambiar profundamente el entorno competitivo bancario y, con ello, las estrategias de márketing del sector. Vamos a un mundo donde cualquier gran superficie, o cualquier gran empresa de telecomunicaciones, tiene, o podrá tener, ficha bancaria. En el fondo, el dinero no será nada físico, sólo será un dato más entre aquellos que se transmiten en las redes de comunicaciones (“bytes” de información) .
La desaparición del personal no supondrá, en abosluto, el aumento de beneficios bancarios a medio plazo. Ha sido, es, un error, la desaparición de oficinas bancarias y la disminución del número de empleados por cada oficina, ya que acto actuaba como barrera de entrada protegiendo el mercado nacional. ING, por ejemplo, ha demostrado que la informatización, la ruptura de fronteras, puede convertirse en un grave problema, que fuerce los fondos de inversión, la titulización de préstamos (lo que se conoce como «desintermediación», aunque, en realidad, es aumento de la intermedicación no bancaria) que ha situado a nuestro país en la necesidad de que pidan un rescsate por nosotros. La oficina sin empleados significará que cualquier Banco del mundo, por ejemplo, los chinos, podrán competir directamente con nosotros, y el resultado será la desaparición de la industria financiera española, tal vez la europea e incluso la occidental. El Banco de España recibe información mensual de todas las entidades financieras, por si no lo sabía. Desde que se «inventaron» los billetes se pensó que la moneda, el dinero metálico, desaparecería. No ha sido así, aunque, realmente, la cuantía de las transacciones realizadas con él, con ella, ha disminuido drásticamente. Así que no es de esperar que, en un plazo razonable, los Estados dejen de emitir billites. Y mientras existan billetes y monedas existirán pagos opacos, dinero negro y cuentas en Suiza que no pagan impuestos en los Estados nacionales y que «obligan» a algunos Gobiernos predispuestos a ello (por ejemplo, España, cuyo Ministro de Hacienda fue asesor de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, cocinero antes que fraile) a amnistir, dos veces, porque la primera no dio resultado, porque siempre los delincuentes quieren más, quieren la exención total de sus obligaciones y responsabilidades, como los terroristas. Es más, el dinero electrónico, las transferencias bancarias, no garantizan que no se defraude al Estado, que no se estén realizando transacciones opacas, «dinero negro», ilegal, fraudulentamente, incluso sin dinero, sin billetes de por medio. Para eso están las tecnologías ¿O no?