Fuente: El Confidencial
Bloomberg estima que el metaverso ya tiene un valor de 500.000 millones de euros y calcula que llegará a dos billones al final de esta década.
Un informe de Bloomberg Intelligence cifra ya en 500.000 millones de dólares el valor del metaverso, el universo paralelo al mundo físico formado por mundos virtuales interconectados donde los seres humanos podremos vivir una existencia alternativa. A mediados de la década, afirman, llegará a los 800.000 millones. Y alcanzará 2,5 billones para 2030.
No solo los expertos consideran que el metaverso es el futuro de internet y de la humanidad. Las perspectivas económicas son tan enormes que las grandes tecnológicas —como Apple, Facebook, Nvidia, Sony o los gigantes chinos Tencent y Alibaba— están invirtiendo miles de millones para posicionarse como portales de entrada a esta dimensión alternativa.
Y, detrás de ellas, compañías financieras —como cuenta Ventura Beat— están ya creando fondos centrados en el valor económico que se va a generar dentro de estos mundos para capturar desde ya más capital para invertir en esas tecnológicas y otras ‘startups’ que se están creando para montarse en esta nueva ola. Una de esas compañías es la neoyorquina Roundhill Investment, que ha creado el primero. Lo llaman Metaverse ETF (Exchange-Traded Fund) y, básicamente, es una cesta de valores en la que los inversores podrán depositar su dinero para invertir en esas compañías que están trabajando en el metaverso con la promesa de recoger los beneficios del crecimiento.
La penúltima revolución industrial
Lo más increíble de todo esto es que está sucediendo sin que el metaverso haya adquirido su forma definitiva todavía. De hecho, ahora mismo solo podemos hablar de un proto-metaverso similar a los primeros años de internet.
Cuando comenzó a rodar, internet no era más que un par de redes separadas conectadas por un protocolo estándar llamado TCP/IP, un lenguaje de red universal que mueve paquetes de información de una red local a otra, formando una red más grande. En ese punto, la mayoría de las redes —como las de las universidades, centros de investigación o las comerciales como Compuserve, America Online o las clásicas BBS— funcionaban de forma independiente. Poco a poco, todas esas redes se fueron conectando y llegamos a una red universal que creó un sistema de comunicación y conocimiento completamente nuevo. Y, con esa red, vino una nueva revolución industrial y económica.
Lo mismo está sucediendo ahora con el metaverso. Hay múltiples mundos virtuales persistentes independientes —desde juegos a fábricas virtuales como la que está ahorrando millones a BMW—, pero todavía no están conectados.
Para que eso suceda, hará falta que se establezca un sistema en que cada persona pueda tener un usuario persistente que pueda viajar de mundo en mundo, manteniendo una identidad. Tampoco existe un método de acceso estándar a estos mundos. Hay sistemas de realidad virtual, realidad aumentada o sencillamente las pantallas tradicionales, pero todavía no ha aparecido un mecanismo universalmente aceptado como lo es el teléfono móvil, la herramienta que realmente democratizó el acceso a internet.
Queda muy poco
Con tantas incógnitas, todavía puede parecer arriesgado invertir en el metaverso. Para la mayoría, parece un «juego de humo y espejos», como dicen en inglés. Al ser intangible, puede resultar incomprensible para mucha gente, como hace décadas era extremadamente difícil comprender que internet pueda generar un valor económico que ha terminado por superar —y absorber— el valor del mundo industrial físico.
Pero aunque el metaverso no es tangible físicamente (todavía), sí es tangible mentalmente desde ya. Y eso es lo que da valor a todo, independientemente de su naturaleza. Ya puede ser un lingote de oro real o una extraña armadura hecha de unos y ceros, al final todo tiene el valor que el ser humano quiera darle desde su experiencia vital. Con las gafas de realidad virtual de Apple a la vuelta de la esquina y las gafas de realidad aumentada no mucho más allá, estamos a punto de dar el paso definitivo dentro de este nuevo plano de la existencia.
Como concluye el futurista Matthew Ball en su ensayo ‘A Framework for The Metaverse’, “basándonos en los precedentes, podemos aventurar que el metaverso revolucionará todas las industrias y funciones. Desde la sanidad a los pagos, los productos de consumo, el entretenimiento, el trabajo por horas e incluso el trabajo sexual”. Según Ball —que lleva siguiendo el metaverso durante años y participa en ese fondo de inversión—, además creará nuevas industrias, mercados, recursos y profesiones que no podemos imaginar todavía, generando trillones de dólares en el proceso.
Igual que pasó con la internet actual, esta nueva internet en tres dimensiones —Matrix, metaverso, universo paralelo… como queráis llamarlo— va a cambiar nuestra manera de verlo todo para siempre. Hasta nuestro entendimiento de lo que es la vida misma. Y la muerte.