Fuente: Infobae
El avance de las nuevas tecnologías se puede apreciar en cada sector social y empresarial en el que querramos poner la mirada. Las grandes empresas promotoras y productoras de trabajo estiman que muchos de ellos se destruirán con la llegada de las máquinas (robots, inteligencia artificial, etc), con mayor foco en aquellos puestos que requieren trabajo físico.
Daniel Susskind, investigador de la Universidad de Oxford, es uno de ellos y estuvo presente en Buenos Aires, donde fue invitado a disertar en un seminario organizado por la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET) en Buenos Aires sobre el futuro de los trabajos y la necesidad de capacitarse para seguir en actividad y no quedar desempleado por una máquina.
Antes de su exposición, habló sobre la irrupción de las nuevas tecnologías, especialmente las vinculadas a inteligencia artificial, en distintos ámbitos laborales. Y de cómo el ser humano debe hallar los caminos para sumarse a este nuevo mundo tecnológico.
Investigador del impacto de la tecnología, particularmente de la inteligencia artificial, en el trabajo y la sociedad, Susskind es Fellow in Economics del Balliol College, Universidad de Oxford, donde enseña e investiga los alcances del futuro laboral.
Es coautor del libro El Futuro de las Profesiones junto a su padre, y previamente trabajó para el Gobierno Británico, asesorando en la Unidad Estratégica Primer Ministro, y como analista político en 10 Downing Street. Además, fue becario Kennedy en la Universidad de Harvard.
-¿Cómo nos impactan las nuevas tecnologías en lo laboral hoy?
-Respecto al futuro del trabajo, las nuevas tecnologías y particularmente la Inteligencia Artificial (IA) están creando nuevos desafíos en el mundo laboral.Es por ello que debemos actuar rápidamente, articulando diversos sectores y conformando una red de educación para el trabajo a fin de responder a estos nuevos desafíos. A corto plazo, la gente va a seguir teniendo trabajo, pero no va a estar realmente capacitada para hacerlo. Eso plantea diferentes problemas para los próximos años.
Igualmente, no estamos llegando a un mundo de desempleo masivo, sino a uno de redistribución de tareas en las cuales mucha gente no tendrá las capacidades necesarias para enfrentarse a ellas. Y la única respuesta es tener cada vez más educación. La mitad de los mejores trabajos hoy remunerados en EEUU precisan un básico o amplio conocimiento en computadoras.
-¿Entonces los más capacitados serán los que conserven su trabajo?
-Yo creo que es un concepto erróneo pensar que en el futuro el único trabajo que va a quedar es para aquellos con las mayores o mejores capacidades, debido a que tienen mayor educación. Actualmente vemos cualidades interpersonales, de comunicación, y otras que todavía le resulta difícil a las máquinas suplir para competir con los humanos. Un claro ejemplo se da en la enfermería, cuidado social, enseñanza, o demás tareas personales, que no necesitan de un doctorado en computación para trabajar. El desafío será que esos trabajos no terminen siendo los peores pagos.
El Estado claramente es una de las instituciones que va a tener que ayudar a su gente a salir adelante y uno de sus roles más importantes es la política educativa, y también tienen responsabilidad los empleadores en la recapacitación de su personal; además tienen muchas cosas para sumar a este debate los sindicatos y los propios trabajadores.
Creo que durante el Siglo XX, las respuestas a las políticas de trabajo fue tener una mayor educación tradicional. Pero en el Siglo XXI lo que vamos a necesitar es una educación especializada para afrontar los próximos desafíos laborales. Hay que pensar de una manera más optimista respecto al futuro del trabajo. Desde el punto de vista de los consumidores o usuarios vemos más oportunidades y posibilidades.
-¿Las nuevas tecnologías apuntan a los consumidores?
-Una de las cosas que pensamos cuando hablamos de tecnologías es que nos concentramos en pensar en los trabajadores. Es inevitable. Lo que perdemos de vista frecuentemente no es lo que significa este avance tecnológico para los trabajadores o productores, sino para los clientes o consumidores. Esa fue una de mis motivaciones al escribir «El futuro de las Profesiones», porque una de las maneras de pensar sobre el futuro de las profesiones es el pensamiento tradicional para médicos, abogados, maestros y contadores. Pero otra forma de pensarlo es respecto a lo que significa para clientes, pacientes, estudiantes y consumidores.
Mi consejo es doble: puedes ser la persona que compita con las máquinas y hacer los trabajos que las máquinas todavía no pueden o podrán hacer, como situaciones o trabajos que impliquen creatividad o de tratamiento personalizado. O bien puedes convertirte en la persona que construye esas nuevas máquinas, con la capacidad de diseñar y operar estos sistemas tecnológicos. Para mí esas son las dos partes que tendremos que afrontar en un futuro próximo.
Y si me preguntas cuál de los dos tomaría, probablemente diría que el de construir, porque las máquinas y computadoras cada vez son más competitivas y capaces. Y su valor de capacidad y utilidad va a seguir en crecimiento. Esa segunda estrategia es la más apropiada.
-Pero la tecnología avanza a pasos agigantados…
Si, hoy se producen 4 veces más alimentos que en 1860 en Reino Unido, pero se necesitan menos trabajadores que en ese entonces. Hoy la tecnología permite producir más con menos trabajadores. El 85% de los empleos perdidos en la última década en EEUU fue a causa del incremento de la tecnología y no como dice el presidente Donald Trump, que es culpa de los chinos.
La mayoría de las veces pensamos que los trabajos en fábricas son rutinarios, fácil de hacer y replicar. También pensamos que el trabajo de las profesiones no es rutinario y que están fuera del alcance de la automatizción. Pensamos que la amenaza recae en las fábricas o en el campo. Y eso es un error. La tecnología avanza en todos los campos. En nuevos sistemas de software legales que permiten elegir la mejor estrategia para ganar un juicio, o los sistemas inteligentes de reconocimiento de estados de una persona para contratarlos o no como empleadores.
Un claro ejemplo es el Big Data, que hoy estamos viviendo: al ser cada vez más digitalizada nuestra vida, vamos dejando datos en el camino, como una historia digital. Un ejemplo del aprovechamiento de esto es el programa computacional inteligente llamado Lex Machina. Se trata de un sistema legal que predice, a través de algoritmos de patrones, la resolución final de un juicio, con más de 10.000 sentencias en su base de datos.
-¿Hasta donde llegaremos? Hay un final en esta carrera tecnológica?
-No hay una línea de llegada en cuanto al alcance de la tecnología. Y eso debe replicarse en el mundo del trabajo. No hay limitaciones. La más avanzada tecnología que tenemos hoy es la peor que tendremos en el futuro.
-Usted ha relacionado esto con la ley de Moore. ¿Qué es eso?
–La ley de Moore tiene su origen en la predicción que realizó Gordon Moore en 1965, dos años antes de fundar Intel. La ley expresa que aproximadamente cada 18 o 24 meses se duplica el número de transistores en un microprocesador [en 26 años el número de transistores en un chip se ha incrementado 3200 veces]. No solo se duplicó el poder de procesamiento en un chip, sino también su capacidad de almacenamiento. Hay un crecimiento exponencial en la tecnología subyacente.
Basicamente es un crecimiento explosivo de las tecnologías. Y las consecuencias de ello han sido que los sistemas computacionales son cada vez más capaces, con la habilidad de realizar tareas que tradicionalmente pensábamos que solo podían hacer los seres humanos. Y mis expectativas son que ese progreso tecnológico va a continuar, lo que conlleva un implicaciones exitantes para los trabajos futuros. Eso es lo que sucederá en el mañana.
-¿Cómo la educación debe ayudar frente a los cambios laborales?
–Habrá que tener más flexibilidad y no pensar que a los 18 años se acaba la educación y hay que salir a trabajar. Lo más seguro del futuro es que es totalmente incierto. No sabemos hoy qué ocupaciones surgirán a futuro. Es difícil saberlo. Hace 30 años atrás no vislumbrábamos las actuales ocupaciones en torno a lo digital.
Pero la mejor respuesta a la problemática del trabajo del futuro es la capacitación y formarse a lo largo de la vida. No se trata de finalizar los estudios universitarios y sentir que hemos completado nuestra etapa de instrucción. Hay que seguir haciéndolo.
A mi modo de ver, la clave para que los trabajadores estén preparados está vinculada con tres preguntas que deben repensarse para tener respuestas nuevas: ¿Qué enseñamos, cómo lo enseñamos y en qué momentos de la vida lo hacemos? Hay que volver a evaluar qué contenidos les damos a los chicos, qué cosas ya no son necesarias y cuáles todavía no les estamos enseñando en la escuela.
Hay que pensar si el modelo de un docente frente a 25 estudiantes en una habitación sigue siendo funcional; y hay que generar conciencia de que la educación no se acaba en la escuela y frente a un mundo con trabajos que todavía no existen la capacitación debe ser permanente.