Por Vanessa Arenas | Digital Trends 9
Ya sea por seguridad, control, ahorro, pagos transfronterizos más rápidos o todas las anteriores, la representación digital del dinero físico de los países es una realidad. Sin embargo, esto no significaría la eliminación de la circulación del efectivo.
Angélica Arana tiene 25 años de carrera en la banca, la mayoría de ellos en el Grupo Financiero Banorte, dedicados a medios de pago y, un poco más de 4, de lleno al área de innovación y banca abierta.
En entrevista con Digital Trends, señala que lo que más le gusta es trabajar en soluciones de banca que permitan hacer la vida de los usuarios más sencilla. Desde allí, ha estudiado el creciente interés y la aparición de las monedas digitales de los distintos bancos centrales del mundo.
En Latinoamérica va mucho más lento, pero Venezuela hizo oficial a principios de agosto el Bolívar Digital, eliminándole seis ceros a la moneda actual e “impulsando la digitalización económica” en el país, como lo señala su gobierno. México lo ha asomado en mesas de discusión, mientras que Bahamas ya la lanzó y Europa, junto a Asia, van muy adelantados.
Todos estos movimientos alternos, como las criptomonedas que están saliendo, les preocupa a los bancos centrales: que esas otras carreteras que se están creando, pueden provocar que se pierda el control de ese suministro de dinero y de cómo operan los sistemas de pago.
Todos los países están en combate con el uso del efectivo por los costos, por problemas de seguridad, anonimato y todas las operaciones que están fuera de la ley que tiene que ver con las transferencias de dinero.
-¿Por qué los gobiernos del mundo están experimentando con monedas digitales? ¿Cuáles serían los beneficios y por qué lo ven como una prioridad?
Creo que cada país tiene diferentes motivaciones. Depende mucho de la visión que tengan sus bancos centrales, de cómo funcionan sus sistemas de pago dentro de su país o su zona monetaria. Este interés por las monedas digitales de bancos centrales ha crecido, y está creciendo, en función de las respuestas de los gobiernos ante los cambios que hay en los pagos, en todas las partes de las finanzas, en la tecnología misma y todo lo que causó la pandemia.
Hoy en día hay un 86% de países que están activamente investigando el potencial de una moneda digital en un banco central. El 60%, más o menos, está experimentando con tecnología para esta forma de operar y un 14% ya tiene proyectos pilotos. Parte de lo que se ve, es que esos bancos centrales están explorando para ver si estas monedas digitales podrían ayudarlos a lograr esos objetivos que tienen de salvaguardar esa confianza que tiene el público sobre el dinero y garantizar que los sistemas y la infraestructura de pagos sea segura y resistente a la crisis.
Todos estos movimientos alternos, como las criptomonedas que están saliendo, les preocupa a los bancos centrales: que esas otras carreteras que se están creando, pueden provocar que se pierda el control de ese suministro de dinero y de cómo operan los sistemas de pago.
Esta nueva difusión de formas de pago, que no son supervisadas por ningún organismo central o público, en un momento podría debilitar ese control que tienen los bancos centrales sobre la oferta de dinero y la estabilidad económica y esta amenaza se va volviendo más profunda a partir de que las criptomonedas son adoptadas cada vez más.
Por otra parte, estas monedas digitales se podrían convertir en una forma en la que los bancos centrales podrían seguir haciendo política monetaria y mantener estables las economías. Si las monedas digitales de bancos centrales tienen éxito, podrían garantizar que a medida que estas economías se vuelvan más digitales, nosotros, como público, podamos conservar el acceso a una forma de dinero mucho más segura.
La diversidad de las opciones de pago, el poder hacer pagos transfronterizos que sean más rápidos que los que hoy tenemos, el que se aumente la inclusión financiera, el que se pueda facilitar transferencias fiscales en tiempos de crisis económicas, como las que ya vivimos. Y también va en parte con esta lucha que han tenido los bancos centrales contra el anonimato del efectivo, que no puedas saber por cuántas manos pasa y que eso se presta a lavado de dinero, financiamiento del terrorismo.
-¿Estas monedas permitirían intercambio monetario y pagos entre distintos países? Por ejemplo, el pago de deudas o productos de exportación ¿o están pensados para funcionar sólo en el país de origen?
Todo este tema empezó con la experimentación en temas domésticos para mejorar los sistemas de pagos de algunos países para crear esa deuda digital y el crear una moneda digital para liquidar intereses de capital, capital de inversión, etc.
Las economías de los países no pueden vivir aisladas, entonces, creo que era un paso lógico que tenía que suceder y, por ejemplo, el banco central de Suiza y el de Francia ya están intercambiando bonos digitales. También, en la parte sur de Asia, se evalúan monedas digitales para toda la región.
Un estudio del Banco de Pagos Internacionales (BIS) habla de que es necesario la interoperabilidad de las monedas que emitan los bancos centrales porque esto va a reducir las fricciones y esta transferencia de pagos transfronterizos sería más eficiente.
De hecho, hay un proyecto que tiene como objetivo explorar diferentes modelos de gobierno y de conectividad para transacciones transfronterizas, utilizando múltiples monedas digitales de bancos centrales y esto podría formar en el futuro una red de liquidación internacional.
Todos los países están en combate con el uso del efectivo por los costos, por problemas de seguridad, anonimato y todas las operaciones que están fuera de la ley que tiene que ver con las transferencias de dinero.
-De acuerdo a tu visión, ¿las monedas digitales sustituirán en el futuro al dinero físico? ¿cómo evalúas este contraste y evolución del dinero, sobre todo, tras la llegada de la Covid-19 y el ahorro que pueden representar para los gobiernos?
El uso del efectivo varía mucho entre países en desarrollo y los que no están desarrollados. En países desarrollados el uso del efectivo ya estaba disminuyendo desde antes de la Covid. Efectivamente, la pandemia lo aceleró, pero en toda la región de Latinoamérica el grueso de la población aún no está bancarizada y sus operaciones del día a día las tiene que hacer en efectivo.
Por un lado, es la cultura, y por otro, es la infraestructura, el tema de la inclusión digital, con las personas mayores qué implicaría eso, como podrían acceder, el acceso a los dispositivos digitales. También está la desconfianza. La gente aún prefiere tener la parte tangible. En México, por ejemplo, el año pasado se cayó toda la red de tarjetas y mucha gente estaba en el supermercado, comprando algo, y no pasaba la tarjeta, no podías disponer de ese dinero. Siempre hay riesgos.
-De estos 37 países que tienen proyectos de investigación y están explorando con monedas digitales, ¿cuáles van a la delantera y están cerca de su lanzamiento oficial?
China siempre ha estado a la cabeza del desarrollo de su propia moneda digital, ha estado trabajando en esta iniciativa desde 2014. De hecho, ya el Banco Central ha hecho pruebas masivas en las principales ciudades del país. Ellos tienen proyectado que, para los juegos de invierno, que se harán en Beijing, todo se mueva en moneda digital. Sería su evento emblemático.
Bahamas ya sacó a nivel productivo su dólar digital. Lo lanzaron porque a raíz de los desastres naturales es muy difícil mover dinero físico para que la economía vuelva a recuperarse, en cambio, si reactivas la red telefónica, se podría reactivar la economía, es una respuesta contingente.
Europa va adelantada con el Euro Digital. Canadá está muy activo, Estados Unidos también. En México, a partir del año pasado, se ha empezado a tocar el tema en las mesas de discusión del Banco Central.
-¿Se verían afectadas estas monedas digitales por la inflación? ¿Cómo es su funcionamiento con respecto a esto?
Al ser una representación del dinero físico, funcionaría igual. El banco central tiene que controlar el efecto inflacionario de su moneda y lo deben hacer igual con su moneda digital. Se tendrían los mismos riesgos. La inflación sucederá con una moneda física o digital. Quizás, la diferencia es que saldría más barato porque no hay que imprimirlo, trasladarlo.
-Con respecto a la seguridad, ¿cómo se controlarían los ciberataques para un posible robo de monedas digitales?
He visto proyectos de monedas digitales que están enfocados en blockchain, como son sistemas descentralizados, se supone que eso debería ayudar para evitar el riesgo de tenerlo en una sola infraestructura.
Sin embargo, también es cierto que cuando una moneda digital esté operativa va a llamar la atención de los delincuentes cibernéticos y, seguramente, vamos a estar viendo ataques a grande escala. Ataques de denegación de servicio (DDoS), que estamos viendo ahora, que empiezan a saturar la red y provocan que no se puedan resolver peticiones o que tengas tardanza.
-¿Cuál será el desafío de implementación de monedas digitales de los bancos centrales?
La seguridad no es negociable. Las guerras pueden ahora ser cibernéticas atacando el sistema económico y así parar un país. La seguridad es indispensable, pero lo más importante es la eficiencia del sistema monetario para que permita la operación y la transacción.