Por Álvaro Jara, Ingeniero civil Industrial de la Universidad de Chile, Co Fundador de witoi.com y uniquisimo.com
La revolución industrial remplazó de forma definitiva el trabajo manual por la industria y la manufactura. La producción fabril y la explotación de los recursos naturales trajeron consigo progreso y mejoras radicales en la calidad de vida de las personas, sin embargo, lo que nos jugó a favor en algún momento hoy está mostrando su peor faceta.
Hoy en día, empresas como Nike, Adidas, Triumph, Reebook, entre otras, pagan aproximadamente 62 euros ($47.000) por mes a sus trabajadores en Sri Lanka, Bangladesh y Tailandia, donde se producen violaciones generalizadas a los derechos sindicales y horas extenuantes de trabajo, para alimentar el consumo desmedido de la sociedad moderna. Consumo que es fomentado a través de ataques mediáticos constantes por parte de grandes tiendas del Retail tradicional, sostenedores de dicho modelo, que ofrecen a sus clientes la ilusión de felicidad en cada compra que hacen.
Cuando un cliente compra un producto en el Retail tradicional, está también avalando –con o sin conocimiento- la explotación infantil en tierras foráneas, mientras que los que compran productos de fabricación no serial, están valorando la creación a escala humana, están comprando con conciencia productos de calidad que se alejan definitivamente del modelo “comprar, tirar, comprar” que nos propone la obsolescencia programada, el cual hace referencia a la determinación del fin de la vida útil.
Acá es cuando debemos asumir el desafío y entender a la industria creativa como el próximo paso para el consumo concientizado, destacando que dicha dimensión debe convivir necesariamente con el régimen actual del Retail y empezar a competir de igual a igual.
Chile tiene un tremendo potencial creativo, tan solo el año 2009 representó el 1.6% del PIB nacional, medición realizada por la Cuenta Satélite de Cultura. Este indicador refleja que nuestros barrios están llenos de músicos, creadores, artesanos y diseñadores que juegan un rol significativo en la economía local, muchos de ellos deseosos de tener un espacio en el mercado que les permita dar a conocer sus productos o servicios, sin embargo, carecen de organización y estructura ingenieril.
Acá es donde los emprendedores deben asumir el desafío y tender los puentes tecnológicos y las herramientas de negocio a la industria creativa, trabajar en conjunto con los gremios para fortalecer las marcas y abrir la demanda, de forma de profesionalizar de una vez por todas el rubro.
Actualmente hay buenas iniciativas, tales como; Santiago Creativo (programa dependiente de CORFO para la exportación de la industria creativa), plataformas tecnológicas B2C (locales e internacionales tales como: Etsy.com, Dawanda.com, Uniquisimo.com, entre otros) y asesorías de diversos tipos para los emprendedores del sector, todas nobles pero aún insuficientes. Debemos sumar en regiones y no solo en Santiago. La creatividad está a lo largo de todo el país.
Las condiciones ya están dadas. Por un lado el talento está, no solo reconocidos a nivel local, sino que también a nivel internacional; por otro lado tenemos un ecosistema completo de emprendedores tecnológicos que cuentan con todas las competencias técnicas necesarias para enaltecer dicha industria. En la unión estará la fuerza.
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