Por Carlos Ríos
Las tarjetas de crédito se han masificado ampliamente en el país desde hace ya bastantes años. Luego de la introducción inicial, allá por los años 80, de las tarjetas Visa, Mastercard y Diners a través de empresas como Bancard y Tarjetas de Chile, poco después los bancos asumieron el liderazgo del negocio desarrollando una amplia oferta de tarjetas de crédito orientadas a sus distintos segmentos de clientes.
A esta oferta de los bancos, se sumó a poco andar el desarrollo de las tarjetas de casas comerciales, dirigidas hacia los clientes de dichas tiendas para facilitarles la adquisición de bienes. Esta oferta permitió a personas no bancarizadas acceder a crédito mediante la compra en cuotas con la tarjeta de la tienda, con lo cual pudieron acceder a bienes a los que de otra forma les hubiera costado mucho tener acceso.
Las tarjetas de crédito de casas comerciales crecieron vigorosamente, llegando a más que duplicar la cantidad de tarjetas de crédito bancarias (de acuerdo a los datos reportados por la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras).
Estos productos, sin embargo, tienen algunas diferencias significativas, de las cuales la más relevante tiene que ver con la «aceptación».
La aceptación se refiere a la cantidad de establecimientos o negocios en los que un determinado medio de pago es aceptado. Usualmente, esta aceptación es señalizada en dichos establecimientos mediante la exhibición en un lugar visible de la marca del medio de pago.
Las tarjetas bancarias, mayoritariamente son emitidas bajo licencia de marcas internacionales con amplias redes de aceptación, tales como Visa o Mastercard, y eso significa que su modelo de operación está regulado por estándares internacionales que aseguran la inter-operabilidad, o dicho en simple, garantizan que una tarjeta emitida bajo ese estándar puede operar en cualquier lugar del mundo donde la señal de aceptación esté desplegada. Para cumplir los requisitos exigidos por estos modelos de operación los bancos han realizado inversiones importantes, tanto al interior de sus propias instituciones como mediante el desarrollo de empresas de apoyo el giro bancario que implementaron algunos de los servicios necesarios, tales como las redes de aceptación en el comercio local y las redes de cajeros automáticos.
Las tarjetas de casas comerciales, en cambio, nacieron con un propósito específico: dar crédito a sus clientes para facilitar las compras en la propia tienda, y por lo tanto, en un principio, no tenían la necesidad de ser aceptadas más allá del propio negocio. Esa situación, sin embargo, no duró mucho, y rápidamente las casas comerciales comenzaron a establecer convenios de aceptación con otros rubros comerciales complementarios. Así estas tarjetas comenzaron a ser utilizadas para comprar combustibles, pagar en las farmacias o comprar el combo-3 en el McDonalds. Para hacer esto posible, las casas comerciales emisoras tuvieron que desarrollar redes propias y conectividad con cada uno de esos comercios complementarios, es decir, tuvieron que empezar a desarrollar su propia red de aceptación.
Tal como previamente ocurrió en otros países, en Chile esta situación ha comenzado a cambiar desde hace algunos años. En efecto, a fines del año 2009 Falabella dio el primer paso, en el que me tocó participar desde la gerencia de sistemas de la tarjeta CMR. Siendo CMR Falabella el principal emisor de tarjetas de casas comerciales, con la mayor base de clientes y una red de aceptación bastante extendida a nivel nacional, lanzó la tarjeta CMR con marca Visa, invitando a sus clientes a cambiar su tarjeta tradicional por el nuevo producto, ahora con aceptación universal.
Los clientes valoraron significativamente el cambio, y el parque de tarjetas CMR Visa creció rápidamente, llegando a fines del 2012 a superar en volumen de operaciones a las tarjetas CMR tradicionales. Asimismo, otros emisores de tarjetas de casas comerciales se han sumado a esta tendencia, tales como Ripley y Unimarc, quienes están emitiendo sus propias tarjetas con marca Mastercard.
La implementación de las tarjetas con marca internacional tales como Visa o Mastercard supone un desafío operacional y tecnológico para emisores no bancarios, ya que para operar con estas redes se deben implementar los estándares tecnológicos que ellas exigen, que por lo general son más estrictos en diversas materias que los modelos propios originalmente implementados por los emisores de casas comerciales. Hacer frente a este desafío supone desarrollar una serie de capacidades y procesos al interior de estas organizaciones, los cuales deben ser aprobadas por las redes internacionales según estrictos protocolos de certificación.
Asimismo, la exposición al riesgo de las tarjetas con aceptación universal es mayor, producto de la amenaza del fraude, razón por la cual los emisores deben además desarrollar tecnología y procesos de prevención y control del mismo.
Las marcas internacionales, por último, imponen estándares superiores en materias de seguridad de los medios de pago, siendo la migración a la tarjeta con microcircuito, también denominada tarjeta chip, uno de los más importantes cambios que se han venido imponiendo en el último tiempo, y que luego de su implementación en Europa, Asía y otros países de Latinoamérica, finalmente ha llegado a Chile, donde los bancos y otras instituciones ya están abordando el proyecto de cambio a esta tecnología.
Como se ve, la incorporación de las tarjetas de crédito de casas comerciales a las redes internacionales representa un beneficio importante en la universalidad de la aceptación, que las equipara en este aspecto con las tarjetas emitidas por los bancos. A la vez, este cambio plantea desafíos operacionales y técnicos para cumplir los requisitos impuestos por las redes internacionales.
En definitiva, y a la luz de la tendencia mostrada por el mercado, los beneficios parecen superar a los costos.
Fuente: Carlosriosp.blogspot.com