Por: Pablo Duncan-Linch, Socio Director CLC afiliada de Llorente y Cuenca (LLYC)
El avance tecnológico en las sociedades actuales se desarrolla de forma acelerada y en este proceso complejo el Estado y la sociedad buscan definir y regular los nuevos modelos de interacción mediante procesos regulatorios que en la mayoría de las ocasiones tienen un enorme rezago. Al igual que otros sectores, en la actualidad la industria financiera está presentando una significativa disrupción tecnológica que tendrá como resultado cambios sustanciales en la forma en la que hacemos negocios y en la que los gobiernos regulan y administran diversos aspectos económicos.
Los avances tecnológicos y sociales están teniendo como resultado la apertura de enormes posibilidades por el acceso a millones de clientes potenciales por medio de aplicaciones móviles.
La necesidad de adaptación de las empresas a un nuevo consumidor y a un nuevo mercado con categorías completamente nuevas está modificando la forma en la que ganamos, ahorramos, transferimos, administramos, pagamos, prestamos, aseguramos e intercambiamos el dinero. Un cambio que abarca desde la automatización de los servicios bancarios, de seguros, de bolsa y otras formas de inversión, hasta la capacidad tecnológica de creación y transferencia de monedas “propias”.
Si bien es cierto que siguen existiendo resistencias culturales y barreras de entrada a ciertos mecanismos de pagos “móviles” y otras transacciones financieras, la universalización de la tecnología móvil, los cambios culturales, el aumento del acceso a Internet y a productos informáticos de menor precio está logrando una mayor penetración de las tecnologías y el cambio de las preferencias del consumidor hacia insospechados espacios de comodidad y confianza.
Durante los últimos meses el equipo de Asuntos Públicos de CLC afiliada de Llorente y Cuenca (LLYC), ha estado recibiendo un creciente número de consultas de grandes y medianas empresas regionales e internacionales que desean ofrecer bienes y servicios o establecer alianzas en el mundo de la tecnología financiera («FinTech»).
En esta transición, la reputación es un activo esencial para los actores del sistema, sean entidades reguladoras, legisladores, inversores, socios y especialmente para los emisores y las empresas de FinTech que requieren lograr la construcción de diálogos con sus públicos de interés en procura de lograr posicionar su mensaje, afianzar su credibilidad y confianza y tener seguridad jurídica mediante reglas del juego claras y justas que permitan y faciliten el desarrollo de nuevos modelos de negocios.
El concepto de FinTech es muy amplio, su evolución y desarrollo no es lineal y es cada más diversificado, con modelos de negocio muy distintos según su origen, tamaño, segmento, tecnologías y hasta la regulación pertinente, por lo que el reto de diferenciación y de generación de identidad de la marca es también importante.
En esta línea, la capacidad de crecimiento de una empresa FinTech y de sus marcas depende también de la construcción y el fortalecimiento continuo de su reputación por medio del intercambio transparente de información relevante con los actores adecuados y en el momento preciso, sobre la base de una estrategia de comunicación corporativa y de relacionamiento en la que existan objetivos, metas y acciones concretas y medibles, alineadas con el propósito de la empresa.
El primer paso en este proceso de relacionamiento consiste en determinar cuál es el estado de la conversación, tanto en los espacios técnicos como en los legos, entender cuáles son los competidores de la empresa, definir los mensajes para las audiencias objetivo, así como los canales y espacios para que puedan desarrollarse los diálogos de valor con los públicos de interés. Es preciso que exista una narrativa clara sobre el propósito empresarial y la solución que los bienes y servicios de la compañía le aportan a sus actuales y potenciales consumidores y a la sociedad en general.
De igual manera, la estrategia de comunicación debe tener dentro de sus pilares la construcción de alianzas con terceros con una sólida reputación para el posicionamiento de marca. Esta estrategia deberá ser revisada de forma periódica para determinar el cumplimiento de los objetivos de comunicación y cómo éstos contribuyen a las metas de negocio de la compañía.
Dentro de la líneas estratégicas deben también haber acciones tácticas dirigidas a la profundización del conocimiento sobre los bienes y servicios por medio de las personas que colaboran en la empresa y de los socios comerciales, garantizar una huella digital potable y transparente, construir contenidos valiosos que estén al alcance de las audiencias y en los medios pertinentes, logrando un liderazgo de pensamiento de la empresa y sus equipos como fuentes de conocimiento reconocidas, vocerías legitimadas y expertas en una materia que puede ser compleja o excesivamente técnica para gran parte de la población.
Igualmente, en los canales propios de la empresa se deben ofrecer contenidos actuales, relevantes, disponibles, suficientes, validados, de calidad y con suficientes datos e información para lograr que los tomadores de decisión, actores económicos y la sociedad en general puedan encontrar un espacio propicio para informarse y educarse correctamente sobre las innovaciones y desarrollos del sector.
Las empresas Fintech deben vencer las barreras de reputación y confianza que en algunos casos las hacen ver como riesgosas, con productos y servicios complicados, excesivamente técnicos y sofisticados y hasta intimidantes para el público en general. Es por medio de una comunicación estratégica y un relacionamiento asesorado por expertos que se pueden generar diálogos relevantes en los cuáles los clientes potenciales y las instancias reguladoras pueden entender con claridad el propósito, aporte y la manera en que estos bienes y servicios ofrecen soluciones innovadoras, concretas y oportunas para sus consumidores, el mercado y la sociedad.