Fuente: www.eleconomista.es
El mundo de las empresas financieras tecnológicas (fintech) se encuentra en un momento de ebullición como consecuencia de los cambios socioculturales y el avance de los procesos digitales. Estas firmas crecen año tras año y suman ya más de 300 en nuestro país.
Según un observatorio realizado por Funcas en colaboración con KPMG, el 26% de estas start ups ya es rentable, en parte por las alianzas que comenzaron a sellar con la banca tradicional y a pesar de su falta de madurez y la necesidad de invertir en tecnología para poder ofrecer sus productos y servicios.
Es decir, en torno a las 80 empresas han dejado atrás las pérdidas. Muchas de ellas, un tercio del total ha echado a rodar en los dos últimos años y la mitad comenzó su andadura después de 2009, año en que estalló con crudeza la crisis financiera.
El estudio concluye que el ecosistema de las fintech se encuentra en un momento de «crecimiento» y de «consolidación», ya que el 79% de las empresas está en fase inicial o de expansión de su proyecto.
En un principio, estas compañías nacieron con el objetivo de competir directamente con los bancos, pero desde hace un tiempo están forjando acuerdos de colaboración ante la amenaza de gigantes como Amazon, Facebook, Google o Apple, que están dispuestos a entrar en la actividad financiera, sobre todo en servicios de pagos y en préstamos al consumo. Un tercio de las compañías tiene como clientes finales a las entidades tradicionales, que también han visto una oportunidad las alianzas para ahorrar costes y testar el funcionamiento de las nuevas tecnologías.
Una de las ventajas que tienen las fintech es su especialización, que permite no sólo conocer a fondo la actividad que desarrollan, sino porque abarata los gastos operativos y acelera su capacidad para adaptarse a las necesidades de los clientes. La mayoría no tiene ni 15 trabajadores, por ejemplo.
El estudio hace hincapié en que el gran desafío de las fintech -y también de los bancos tradicionales- se basa en disponer de una masa crítica que les permita competir con los denominados big tech, las grandes tecnológicas, que son los que pueden conquistar un buen trozo del pastel financiero. En este sentido, el presidente de BBVA, Francisco González, lleva meses advirtiendo de que muchas entidades desaparecerán cuando estos gigantes digitales irrumpan en el sector si antes no se han transformado.
El observatorio, basado en una encuesta al sector, tres cuartas partes de las fintech cobran por sus servicios, mientras que otro 3% ingresa por aquellos que tienen un mayor valor añadido.
La radiografía de este nuevo segmento refleja que el 28% de las compañías está especializada en préstamos, ya sean para particulares o para empresas; un 19%, al segmento de los pagos; un 16%, a la inversión; el 8%, a la infraestructura financiera; el 7%, a las divisas; y el resto, a otras actividades, como gestoría o distribución de productos bancarios.
De momento, el volumen de negocio es reducido, pero creciente. La facturación conjunta alcanza apenas los 100 millones. Estos ingresos provienen, principalmente, de las comisiones que perciben por servicios, por transacciones, por ventas y por pago por uso.
Eslabón fundamental
En el informe, el director general de Funcas, Carlos Ocaña, y el responsable del sector financiero de KPMG, Francisco Uría, consideran que las fintech se han convertido en «un eslabón fundamental de la cadena de valor, pero deben continuar luchando con su progreso y desarrollo».
Su futuro dependerá, en gran medida, del escenario regulatorio que puede avecinarse, ya que desde distintos ámbitos, incluidas las propias fintech, se exige la implantación de unas reglas del juego claras. Desde las entidades se está reclamando la puesta en marcha de una normativa similar a la que ellas tienen que atenerse, que en algunos casos es excesiva, mientras que las start ups piden que la legislación facilite la innovación.
Pero en lo que todos coinciden es en el establecimiento de un Sandbox, es decir, una plataforma habilitada por los organismos reguladores en la que se ofrece un espacio a las empresas para experimentar con nuevos modelos de negocio que no cuentan con un marco legal. De esta manera, las compañías podrían innovar en un marco controlado y en pruebas para comprobar la viabilidad de sus planes.
España, a través de la CNMV, ha anunciado que pondrá en marcha un Sandbox, que sólo existe en ocho países: Reino Unido, Holanda, Singapur, Hong Kong, Australia, Malasia, Abu Dhabi y Canadá. Otros Estados también han planteado desarrollar este mecanismo.