Fuente: www.paginasiete.bo
Por: Isabel Navia isanavia.com
Uno de los espacios de análisis del reciente Foro Iberoamericano de Microfinanzas (Foromic), que se realizó a fines de octubre en Montego Bay, Jamaica, fue el panel: «Disrupción tecnológica en sistemas financieros: implicaciones para instituciones, clientes y reguladores”.
Dos profesionales bolivianos fueron invitados, dada su experiencia en finanzas, regulación y tecnología. El economista Rudy Araujo y el financista Jorge Ruiz. A propósito del tema, conversamos con ambos. Hoy presentamos la entrevista con Rudy Araujo, actual secretario general de la Asociación de Supervisores Bancarios de las Américas (ASBA).
Araujo, quien es parte del Grupo Consultivo de Basilea, ha participado en todas las revisiones de los principios básicos para una supervisión efectiva, que equivalen a una suerte de mandamientos para las entidades reguladoras. En 1988 fue responsable del área de supervisión estadística de la Superintendencia de Bancos y Entidades Financieras de Bolivia (hoy ASFI) y posteriormente supervisor de planificación estratégica, con la responsabilidad de diseñar el plan de desarrollo institucional de la entidad, mientras seguía apoyando en varias regulaciones que estabilizaron el sector bancario boliviano.
Durante varios años fue consultor internacional, apoyando a países en la creación de mecanismos para facilitar reformas económicas y sociales y eliminar prácticas corruptas. Llegó a ASBA al ganar un proceso internacional de selección. En 2000 inició su gestión. Ahora está involucrado en el fortalecimiento de los mercados bancarios de América Latina, apoyando en el establecimiento de sólidos marcos de supervisión.
«No hay tal disrupción”
«No hay tal disrupción, ése es un término de connotación negativa”, dice Araujo cuando se le consulta sobre la intervención de la tecnología en el mundo de las finanzas. «Usamos ese concepto porque las nuevas tecnologías están cambiando progresivamente la forma de hacer negocios, los modelos de negocios y todo el ecosistema financiero”.
En opinión de Araujo, son varios los aspectos por considerar. Primero, hoy no es posible decir cómo será el sistema financiero en 10 años. Se trata de un cambio paulatino y profundamente transformador hacia un nuevo ecosistema financiero, caracterizado por su alta interconectividad y poca privacidad, pues el usuario ya no podrá tener mucho control sobre su propia información.
Adicionalmente, estamos pasando de un mundo en el que se hacía banca de dinero a otro en el que hacemos banca de datos. Hoy, para hacer negocios, tenemos que entender la información.
Además, esto ya no se ubica geográficamente; con la tecnología el mundo se ha convertido en un mercado grande, en el cual estamos todos y que requiere, fundamentalmente, transparencia. Debe también entender al cliente y sus necesidades. «Ahora no se puede introducir productos cada vez que el cliente busca un servicio, el cross selling es mucho más difícil, pues cuando una persona utiliza una app para una transacción cualquiera, ya tiene a la mano más productos, a menor costo”, afirma Araujo.
El Estado en un mundo de cambios acelerados
«Hay que repensar cuál es su rol, cómo vigila y cómo consigue un balance entre el funcionamiento de ese mercado tan abierto, el cumplimiento de unas normas mínimas y poder -al mismo tiempo- cortar actividades que sean ilícitas o abusivas”.
Este cambio profundo, que transforma a todo el ecosistema financiero, obliga a cambiar incluso al supervisor que sólo busca cumplir la norma o que sabe de riesgo crediticio, pero no de operaciones o de mercados.
Hoy, ese supervisor debe integrarse con conocimiento en temas de tecnología, marcos legales diferentes, etcétera. Tenemos que cambiar, insiste. «En vez de estar marcando ‘cumple’ o ‘no cumple’, debemos entender más y utilizar más criterio. Ése es quizá el reto más grande para el Estado: cómo desarrollar criterio supervisor y regulador en un mundo cambiante y en el que cuando pares la bola, como buen árbitro, sea en el momento adecuado y no cuando sea demasiado tarde”.
Hoy las normas que hacíamos para las crisis que hemos conocido son inútiles. La nueva crisis será diferente, más profunda, rápida y de alcances aún no previstos. No podemos estar detrás de eso o creer que es temporal, como ha sucedido antes con otras tecnologías. Esto es transformador, profundo e inmediato; es una especie de nueva revolución industrial.
¿Y qué hacemos en países como Bolivia, con conectividad deficiente y bajo acceso a las nuevas tecnologías?
El rol del Estado es desarrollar la infraestructura necesaria para esta nueva economía. La tecnología de la información requiere altas velocidades y redes eficientes, que hoy no existen. «En Bolivia se llega a pagar hasta cuatro veces más que en México por una velocidad de descarga tres veces menor”.
Hay que trabajar en estrategias de comunicación e integración; el que no invierta adecuadamente en esto, perderá competitividad. Perú, por ejemplo, ya hizo su interconectividad, todos los bancos se comunican a un mismo precio, mediante una sola red. Bolivia debe pensar en que, «sin importar lo chico que seas, invierte donde debes”, y eso es infraestructura para el nuevo mundo, la que tiene que ver con la información.