Uno de los grandes problemas que tienen los pobres a nivel mundial es el acceso a los servicios bancarios y financieros.
Según el Grupo Consultivo para la Asistencia a los Pobres (CGAP, por su sigla en inglés, organización sin ánimo de lucro en la que participan 30 agencias de desarrollo y fundaciones privadas y cuya sede está en el Banco Mundial en Washington), actualmente hay 2.700 millones de personas en los países en desarrollo y que no tienen acceso a ningún tipo de servicio bancario básico.
Paradójicamente, en ese grupo de países hay mil millones de personas que tienen teléfonos celulares.
Desde hace más de seis años, el CGAP ha venido trabajando en diferentes proyectos en países en desarrollo realizando la idea de juntar las necesidades bancarias de los pobres con las poderosas oportunidades que representan las nuevas tecnologías de las comunicaciones y la información, TIC, y, en particular, la telefonía móvil.
El reto que esta idea significa no es algo fácil de lograr, pues son diversos los agentes que se tienen que coordinar y operar.
Igualmente, las barreras institucionales, educativas y culturales hacen difícil poner en práctica una idea que, en principio, además de lógica y poderosa, aliviaría la vida de millones de personas en el mundo y, muy especialmente, de las gentes que viven en parajes alejados de los núcleos urbanos.
Superar estas dificultades implica que los entes gubernamentales correspondientes expidan las normas y las regulaciones que propicien el uso de la telefonía celular en operaciones bancarias como las transferencias de dinero, las cuentas de ahorros y otras operaciones básicas, como seguros.
También deben facilitar los medios institucionales y operativos para el acceso y la ejecución de esos servicios bancarios en una base amplia de personas que actualmente no tienen acceso a esos servicios.
Otro reto es mejorar, entre los diferentes agentes que intervienen en la prestación de estos servicios, el conocimiento y las prácticas operativas que el mismo representa.
El modelo que se viene implementando en varios países de África y Asia consiste en hacer que el teléfono celular remplace, en la práctica, a una sucursal bancaria, de tal forma que sus usuarios accedan no sólo a los servicios de transferencias de dinero sino que se conviertan en cuentas bancarias virtuales que les permita abrir cuentas de ahorros, recibir pagos de intereses sobre su dinero y acceder a créditos y seguros.
Para ello se tiene que utilizar, además de los teléfonos celulares, a los agentes no bancarios como tiendas u otros servicios comerciales que estén presentes en cualquier localidad de un territorio. Estos agentes, mediante la captación y la entrega de dinero en efectivo, hacen las veces de una sucursal bancaria, sin incurrir en los costos que ella implica.
En la actualidad, y según la BBC de Londres, el grupo de industria celular, GSMA, reporta que hay 65 sistemas de banca móvil que opera en todo el mundo y otros 82 están próximos a ser lanzados.
El sistema M-Pesa en Kenia, que en principio sólo ofreció el servicio de transferencias bancarias, logró que, en sólo tres años, 9,4 millones de keniatas accedieran al servicio.
Este grupo, en asocio con el Banco de Equidad de ese país, se prepara para ofrecer el servicio de cuentas de ahorros vía teléfonos celulares.
Este tipo de iniciativas no está exento de riegos. Se presentan problemas de liquidez, pues a veces los agentes no bancarios no tienen los recursos que demandan los clientes, y los fraudes son comunes.
En Colombia no hemos sabido utilizar las oportunidades que las TIC representan en los programas contra la pobreza. Ojalá que el nuevo gobierno abra las puertas a estas promisorias herramientas.
Fuente: elcolombiano.com (Juan José Perfetti Del Corral)