Pagar la compra en un supermercado con tarjeta se ha convertido en algo habitual, pero cada vez es más frecuente el uso de las nuevas tecnologías para hacer otro tipo de transacciones como comprar las entradas de un concierto por el móvil o contratar las vacaciones por internet. Aunque la duda siempre nos asalta: ¿será seguro?
El desarrollo de las nuevas tecnologías que se ha producido en las últimas décadas ha permitido que se generalicen canales de pago diferentes a los tradicionales, en los que el uso de una tarjeta bancaria es imprescindible, pero también ha provocado que aumente la preocupación de los usuarios por la seguridad de sus datos.
Día a día, el número de páginas web, aplicaciones y dispositivos en los que un ciudadano ha introducido sus datos bancarios va creciendo, con lo que aumenta su exposición al fraude y a la utilización de datos confidenciales.
Consciente de este riesgo, la banca española está invirtiendo cada vez más en mejorar la seguridad de su tecnología y mantener la privacidad de sus clientes, también motivada por la necesidad de adaptarse a la norma PCI-DSS, que desarrolla el nuevo estándar de pagos con tarjetas.
En España, los proveedores Redsys, Cecabank y Rural Servicios Informáticos cuentan ya con la certificación de este estándar, lo que permite que numerosas entidades financieras se beneficien de él.
Y es que infringir los requisitos de esta norma de pagos con tarjetas puede dar lugar a sanciones o penalizaciones contractuales de hasta 360.000 euros por incidentes de seguridad o 36.000 euros por día de incumplimiento de los nuevos estándares, así como la responsabilidad de asumir las pérdidas por las cuentas robadas.
Para evitar estas sanciones y transmitir mayor seguridad a sus clientes, la banca española está empezando a implantar cada vez con más frecuencia tecnologías que encriptan los datos de los usuarios, aunque son muy prudentes a la hora de revelar sus estrategias.
Una de las compañías que ofrece este tipo de sistemas de encriptado de datos es la multinacional tecnológica Bull, que abandonó hace tiempo la fabricación de ordenadores personales para reorientar su actividad hacia el tratamiento de datos, lo que se conoce como «big data».
El sistema desarrollado por Bull sustituye el número de la tarjeta de un cliente por otra clave aleatoria que no guarda ninguna relación con el original, y con la que se almacenan los datos del usuario en todos los sistemas de la entidad.
Una tecnología que ya se ha implantado en más de 10 millones de tarjetas y con la que se han gestionado más de 4.000 millones de registros de datos, según ha asegurado en declaraciones a Efe el director de banca de Bull, Miguel Gil.
La ventaja de este sistema, ha añadido, es que no es intrusivo, pues permite que el cliente siga utilizando la misma tarjeta, con el único cambio de que tanto en la correspondencia escrita como en las consultas por internet aparecerá parte de su número «enmascarado».
Gil ha destacado además que esta tecnología transmite «la tranquilidad de trabajar con una entidad preocupada por la seguridad de la información y por la privacidad de sus clientes».
Fuente: El Economista.