La delincuencia se ha mudado a la virtualidad y ha hecho de los datos personales y la identidad uno de sus botines más preciados.
En el espacio digital cualquier persona puede ser víctima de los ciberdelincuentes, incluso quienes en apariencia poseen las herramientas de ciberseguridad más robustas.
La delincuencia se ha mudado a la virtualidad y ha hecho de los datos personales y la identidad uno de sus botines más preciados.
El robo de identidad es una de las amenazas más serias en el mundo digital actual. Desde Elon Musk hasta el príncipe Harris han sido víctimas, por ejemplo, de la clonación de tarjetas bancarias. En ambos casos, entre 2021 y 2022, les duplicaron su cuenta y realizaron compras y transferencias.
Hace unas semanas me ocurrió con dos tarjetas, una bancaria y la otra departamental —la cual no utilizaba desde hace un año—. Los delincuentes realizaron compras en Apple y en el casino virtual Caliente.
La brecha de seguridad está donde no la podemos ver. Hackeos, clonación, tráfico de bases de datos personales, ingeniería social o hasta la revisión de los desechos de oficinas en busca de estados de cuenta son estrategias empleadas por los depredadores cibernéticos.
Según la firma de seguridad cibernética Symantec, al año se registran en Estados Unidos más de 3.2 millones de casos de fraude de identidad; en el mundo, el Centro de Recursos para el Robo de Identidad estima más de 4.5 mil millones de datos personales expuestos debido a brechas de seguridad.
La situación en México también representa un desafío de seguridad a considerar en las políticas públicas diseñadas por la Presidenta electa, Claudia Sheinbaum, y la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada. De acuerdo con la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef) el año pasado hubo más de 30 mil casos de robo de identidad con tarjetas bancarias por un monto superior a los 7 mil millones de pesos.
Estas cifras reflejan la necesidad de implementar medidas de seguridad más estrictas tanto a nivel personal como empresarial.
En este proceso resultan fundamentales el uso de tecnologías de encriptación y autenticación multifactorial o contraseñas complejas y cambiadas regularmente, ofrecer al personal capacitaciones periódicas sobre ciberseguridad y buenas prácticas para la protección de datos.
Establecer sistemas de monitoreo para detectar actividades sospechosas en las cuentas bancarias empresariales y herramientas de detección de fraude pueden alertar sobre transacciones inusuales.
En el reino de la ciberseguridad es necesario cerrar cualquier brecha.