Por: Columnistas de Reuters Breakingviews.
Los fundadores podrían resistirse, pero el mercado es menos proclive a financiar pérdidas de ‘startups’
Los bancos llevan años preocupados por las fintech. Ahora deberían pensar en comprarlas. Ya están haciéndolo con algunas pequeñas. En 2021, JP Morgan adquirió la gestora de patrimonios digital británica Nutmeg por 1.000 millones de dólares, y UBS acordó pagar 1.400 millones por Wealthfront en enero. Pero la tormenta bursátil amplía el panorama. Affirm y Klarna valen 8.000 y 7.000 millones respectivamente, frente a picos de casi 50.000 millones. Sus negocios de préstamos al consumo, de rápido crecimiento, podrían ser atractivos para Goldman, que ya está entrando ahí con Apple. Y Robinhood, de 8.000 millones, vale poco más que su efectivo neto.
Los testarudos fundadores quieren sacudir a la vieja escuela, por lo que podrían resistirse a vender a un dinosaurio. Otro riesgo son las regulaciones futuras. Y sus números rojos son un dolor de cabeza. Los bancos suelen valorarse en función de un múltiplo de los beneficios o del valor contable. Comprar un grupo deficitario podría destruir valor.
El problema financiero puede arreglarse. Pongamos que Goldman compra Affirm con una prima del 30%, que implica un valor de 10.500 millones. Una respetable rentabilidad del 10% en 2026 requeriría unos 1.300 millones de beneficios preimpuestos, suponiendo una tasa del 21%, frente a una pérdida preimpuestos prevista para ese año de 179 millones, según Wedbush. Cerrar la brecha implica recortar dos quintos de los costes de Affirm ese año. Es factible, dado el probable solapamiento en la comercialización y la suscripción de préstamos, así como la capacidad de Goldman de financiarse con depósitos baratos en vez de los caros mercados mayoristas. Wedbush calcula que los costes de financiación de Affirm respecto a los ingresos subirán al 8% en 2023, desde el 6%.
Lograr que las fintech negocien puede ser difícil. El presidente de Klarna, Michael Moritz, cree que su valoración mejorará “cuando los inversores salgan de sus búnkeres”. Pero los tipos suben y los mercados son menos proclives a financiar pérdidas de las startups. El mejor argumento de los bancos puede ser que no tienen otra opción.