Fuente: América Economía
Carolina Rossi
Latinoamérica está acostumbrada a crecer con subsidios; sobre todo, Chile. A tener una mentalidad de apoyo constante para lograr grandes cosas. Pero hoy, ciertos países de la región, de la mano de sus emprendedores, nos están mostrando lo contrario. Que sí se puede. ¿La mala noticia? Un ecosistema de emprendimiento de alto potencial no está completo sin inversionistas locales de alto riesgo. Ese es uno de las mayores deudas de este 2019 en Chile.
En diez años, Chile se ha posicionado como hubde innovación con políticas públicas dignas de imitar por todo el mundo, potenciado de manera categórica con el apoyo en subsidios a la creación de fondos de inversión de riesgo. El Estado ha hecho mucho… pero los privados, muy poco.
Por suerte, los medios hablan del «corporate venturing» y eso sí está generando consecuencias positivas. Porque también se ponen de moda conceptos como «scouting» y pasan ya a ser jerga común del ecosistema de «ChileconValley». Pero a pesar de ello, los cambios son poco profundos y todavía siento que se nos está yendo el tren. Es como que en Chile las cosas sólo se hacen cuando están de moda… Hoy muchos dicen trabajar en un fondo de «venture capitals«, pero cuando les preguntas dónde han invertido, responden que no han encontrando proyectos. ¿Es broma? ¡Se te pasó Cornershop!
Estoy convencida de que importa, pero no tanto la ayuda del gobierno, de las políticas públicas, de los famosos créditos de la Corporación de Fomento de la Producción (Corfo). Es que la cultura pesa y pesa demasiado. En nuestro caso, una cultura que nos congela y nos impide tomar riesgos profundos, el convencimiento de que realmente debes apostar. Ojalá no fuese tan necesario que para invertir en un proyecto este haya sido validado por una aceleradora o esperar a que tenga cuatro publicaciones en medios para recibir un «estás haciendo bien las cosas«.
¿Que habría pasado si Rappi fuera chilena? ¿Los venture capitals de acá hubiesen invertido?
En Chile, aún hay la necesidad absurda de intentar hacer cálculos exactos para validar una proyección de crecimiento a tres años, cuando el mismo emprendimiento está generando una tecnología nueva que con seguridad cambiará de aquí a 18 meses. Si eso no es lo que están buscando los llamados «inversionistas de alto riesgo», hagan un favor al ecosistema latino y cambien de título.
La esperanza de Chile está en los cientos de emprendedores que están conquistando el mundo. Los Cornershop, los The Not Company, los Phage Tech y otros miles que me ha tocado conocer y que están siendo gran fuente de inspiración, rompiendo paradigmas. El otro envión lo tienen las grandes empresas de abogados, los nuevos family office que no se llaman inversionistas de alto riesgo, pero que sí están comenzando, al menos a olfatear, qué hay en el ecosistema. Hay buenos brokers en Chile, pero los dueños de los capitales, todavía, no están al nivel.
Brasil es un ejemplo de que la «inversión de riesgo» sí existe en la región. Un país que a pesar de sus eternas crisis políticas, una fracturada geografía y un sistema federal que hace que cada estado se mueva a su manera, ha logrado dar a luz a más de cinco «unicornos» en los últimos dos años. Ejemplifico el magnífico resultado de esta manera: si fuésemos críticos de espectáculo deberíamos darle el Globo de Oro a Taxi99, por lograr sobrevivir a pesar de Uber; el Grammy a Nubank, por competir como un rockstar en la industria Fintech global de una forma nunca antes vista y en tan solo siete años, logrando llevar al mayor fondo de inversión del mundo, SoftBank, a Brasil. Debido a estos logros es que los inversionistas de Uber, WeWork, y ahora Rappi, buscarán invertir cerca de US$5 billones en el mercado latino.
Nubank nunca hubiese surgido en un ecosistema de inversión poco desarrollado, ya que el miedo a que no pudiesen ganarle a los medios de pago tradicionales les hubiese cerrado toda posibilidad de una serie A en países como Chile o Perú. No obstante, los brasileños, con quienes me crié, justamente tienen eso: se la juegan porque saben que siempre se puede dar «um jeito» y ganar la oportunidad. Y en el caso de nuestros amigos del sur, argentinos y uruguayos, bueno, ellos tienen una mentalidad global innata, la que nos hace falta, porque ni las redes de inversionistas, ni las columnas de opinión en prensa -como esta, lamentablemente- pueden amortiguar algo que hace ya años nos duele: el mundo de la inversión en Chile no está al nivel de su ecosistema.
La falta de unicornios no sólo es el resultado de una mentalidad emprendedora, sino también de la valentía de quienes ponen las series A o posibles series B en la financiación de las startups. Mientras se siga manteniendo el mismo comportamiento que hace diez años, pero ante un mundo nuevo…
Gracias Softbank por mostrarnos lo contrario; gracias Brasil por jugársela en serio.