La tecnología y la banca son cada vez más un binomio inescindible. Todas las entidades, a mayor o menor ritmo, están inmersas en procesos de renovación de sus sistemas tecnológicos para hacer frente a los cambios que les impone el nuevo entorno, con el objetivo de ofrecer al cliente omnicanalidad y servicios que vayan más allá de lo estrictamente financiero.
De acuerdo a los cálculos realizados por Expansión.com con los datos de las Memorias anuales de las principales siete entidades, en los últimos cinco años, los gastos en tecnología han superado los 12.000 millones de euros. La cifra es una estimación a la baja, ya que hay gastos relacionados con este concepto que algunas entidades no incluyen en este epígrafe. Para Bankia, además, los datos sólo están disponibles a partir de 2011.
Los gastos en «tecnología y sistemas» o en «informática» representan cada año más del 5% del total de costes soportados por las entidades. En concreto, en 2014 -último ejercicio examinado- supusieron un 5,4%. BBVA es el banco en el que esta relación es más alta: más del 7% en el total de los últimos cinco años, ya que Bankia y Bankinter, cuyo porcentaje es todavía superior, no desglosan los costes de tecnología de los de comunicaciones (teléfonos, videoconferencias, etcétera).
Invertir o morir
BBVA, de hecho, es la entidad que lleva más tiempo poniendo bajo el foco la necesidad de que los bancos se preparen para el futuro. Su presidente, Francisco González, lleva años repitiendo que en el futuro tan sólo podrán sobrevivir las entidades que han sabido transformarse, siguiendo el ejemplo de las compañías tecnológicas. González está convencido de que, para alcanzar este objetivo, hay que empezar por cambiar todos los sistemas internos, algo que muchos bancos no hacen, limitándose a poner parches a lo que él define como «arquitectura espagueti», como volvió a repetir la semana pasada en una entrevista con el Financial Times.
BBVA, que en el periodo entre 2011 y 2013 asegura haber invertido 850 millones anuales en tecnología (una cifra superior a la que su Memoría recoge en el epígrafe examinado) ha comprometido otros 2.100 millones de inversiones hasta 2016.
Su gran competidor, Santander, se ha sumado al carro este año, tras la llegada a la presidencia de Ana Botín. La nueva responsable de Santander ha asumido el discurso sobre la necesidad de una revolución tecnológica de la banca, que le permita hacer frente a la entrada en el sector de nuevos players que pueden arañar parte del negocio.
CaixaBank y Bankinter son las otras entidades que muchos analistas ponen de ejemplo cuando se habla de capacidades tecnológicas e innovación. El banco catalán ha sido precursor en muchas aplicaciones innovadoras en los pagos a distancia y contact-less, así como en nuevas funcionalidades de los cajeros automáticos. No a caso, el año pasado fue elegido como el banco más innovador del mundo.
La tecnología no sólo es necesaria para aprovechar las posibilidades de negocio que surgen de una mayor cercanía al cliente y de la personalización de los servicios ofrecidos, sino que también es una de la claves del cumplimiento regulatorio. Ante el proliferar de las exigencias regulatorias, los bancos necesitan tecnología que les permita estandardizar el reporting regulatorio y el tratamiento de los datos, así como garantizar su confidencialidad e inviolabilidad.