Expertos señalan que los datos que circulan en internet, con la computación en nube, las redes sociales, los correos electrónicos, uso de celulares inteligentes o los sistemas de geolocalización, conforman una extensión de nuestro propio cerebro, de nuestra alma, y en su conjunto una inteligencia colectiva digital.
Ahora piense en cómo nosotros, a nivel individual, barajamos estos datos para realizar predicciones de futuro y cómo determinan las decisiones que tomamos a diario.
¿Cuánto poder tendría aquél que pudiera hacer lo mismo con internet aplicado al mundo político, financiero, bélico y, por qué no, el personal?
Es por ello que una frase resuena con insistencia en los pasillos de Silicon Valley: los datos son el nuevo petróleo.
El reino de internet
Según IBM, cada día se generan 2,5 quintillones de bytes de información en el mundo, flujo que no deja de aumentar a medida que nuestra realidad se puebla de objetos inteligentes.
Jamás en la historia la humanidad había registrado tanta información y con tanto potencial para ser usada en la construcción de un mundo mucho más predecible y, en consecuencia, menos volátil.
Es por ello que proliferan las refinerías de datos de la mano de las grandes empresas tecnológicas o que la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA) está metida de lleno en la construcción de un gigantesco centro de procesamiento de datos en internet en el desierto de Utah.
En el último Foro Internacional de Contenidos Digitales en Madrid, el director de investigación de Telefónica Digital Pablo Rodríguez dijo que actualmente «somos como insectos que dejan sus feromonas por el camino» y al igual que estas criaturas esta información nos ayuda cada vez más a conectarnos y coordinarnos.
«Hay muchísimos datos, demasiados datos, más del 90% nunca se analiza ni se ve», apuntó, «y en 2030 internet va a ser capaz de transportar toda la información que los humanos captan a través de sus sentidos, información que usarán las máquinas, robots y sensores que serán nuestro cerebro ampliado».
Pero algunos señalan que muchos usuarios no hemos caído del guindo, que no somos conscientes de cuánto valen nuestros datos y por ello internet estaría funcionando con una estructura feudal: los usuarios generamos riqueza a cambio del uso de la «tierra» de internet mientras los monarcas Facebook, Google o Microsoft se reparten el botín.
«No hay nada gratis en internet. Mucha gente lo que no sabe es que dar sus datos en páginas web es dar dinero», dijo a BBC Mundo Ignacio Suárez, abogado especializado en Derecho en Internet y protección de datos.
«La gente tendría que estar preocupada, los adolescentes por ejemplo, no saben hasta qué punto están jugando con sus datos, que es posible que los gestionen empresas de otros continentes que no avalan la protección de datos».
En cifras
Hablando en dinero, ¿Cuánto valen nuestros datos?
Según emarketer, webpronews y el blog tecnológico Techcrunch, sólo con los ingresos por publicidad Facebook habría ganado US$1.860 millones en 2010, liderando una lista seguida por YouTube con US$945 millones, Myspace con US$388, LInkendin con US$243 y los US$45 de Twitter.
No obstante en esta especie de Salvaje Oeste donde se explotan nuestros datos por doquier ya asoman las primeras iniciativas para imponer el orden y devolver a los usuarios cierta soberanía sobre su vida digital.
A principios de año, la comisión Europea propuso una reforma legal para proteger más eficazmente los datos personales de los usuarios y garantizar que estén protegidos independientemente de dónde estén almacenados.
Amparados por su «derecho al olvido», podrán solicitar sus datos y las compañías tendrán que informar claramente sobre lo que está en juego cada vez que pulsan «de acuerdo» en la casilla de términos y condiciones.
Además, ya existen herramientas que permiten a los usuarios gestionar sus datos personales «como si manejara una cuenta bancaria», según anuncia la página de internet Personal, dedicada a este fin.
Otras como Mydex facilitan al internauta el encriptar sus datos cada vez que realizan una compra obligando a las empresas, por ejemplo las aéreas, a aceptar los «términos y condiciones» de sus clientes si quieren que siga adelante con su compra.
Algunas como la red social MyCube incluso ofrecen dinero a los usuarios por sus contenidos.
Un mundo de infinitas posibilidades
En este escenario, asegura Rodríguez, si los usuarios retoman control de sus datos personales y saben gestionarlos «las posibilidades son enormes».
«Podemos desarrollar aplicaciones que nos permitan entender cuál es nuestro potencial de crecimiento».
Es decir, podríamos donar nuestros datos a proyectos científicos para hallar curas o predecir, por ejemplo, el desarrollo de un cáncer, o saber qué podríamos hacer para optimizar nuestros gastos y llegar más holgados a fin de mes.
Sin embargo, para sacar partido de este petróleo de datos todavía hacen falta muchas refinerías, es decir, supercomputadoras para conocer el significado los quintillones de datos que circulan a diario por los nervios de internet o aplicaciones que permitan adaptar esta tecnología a nuestras necesidades.
¿Qué alcance puede tener la creación de una máquina que «piense» como un megacerebro humano? O peor… ¿Una que use el 100% de su capacidad?
Es difícil de saber todavía. Tal y como expresó a BBC Mike Lync fundador de Autonomy, firma que ofrece a las empresas programas que les permitan entender el significado de tanto dato, «lo que podemos hacer ahora no ha sido posible nunca antes».